la misión de los contadores de cuentos
EL SUEÑO DE WALT
data: http://www.imdb.com/title/tt2140373
“El sueño de Walt” es la clase de película que a la crítica progre local le gustará destrozar movilizados por el acto reflejo de que el protagonista no es otro que Walt Disney. Discriminador con las mujeres, maccartista, racista, un empresario implacable para los negocios, Disney distaba de ser una joyita como persona. Pero hay que sacarse el sombrero ante su capacidad para armar un mundo de fantasía, con cientos de personajes que siguen iluminando la infancia de varias generaciones de niños. Pero claro, si usted es de esos críticos que juzgan a las películas partiendo de sus preconceptos, “El sueño de Walt” es una película tendenciosa que intenta dejar bien parada la imagen de Walt Disney, manipulando la realidad. Listo. La conciencia progre confortable y usted se siente en su zona de confort en la que las cosas no son como la muestran sino que hay una aviesa intención detrás de bambalinas que sólo los iluminados como usted pueden percibir.
Pero en este caso se encontrarán con otro problema: P. L. Travers, la autora de “Mary Poppins”, tampoco era una persona para estimar. Separó a dos hermanos mellizos para cuidar sólo a uno, prohibiendo que los niños se siguieran viendo. En suma, la Travers de la película tampoco es la Travers de la vida real.
¿Y a qué viene todo esto? Que esto es ficción. Y lo único que importa es la historia que se cuenta. El que quiera saber la veracidad de los hechos que vaya a las fuentes históricas. “El sueño de Walt” es sólo una película, una muy buena película hay que decir, con dos actuaciones notables y un dejo de melancolía en la explicación de cuál es la misión de los contadores de cuentos.
“El sueño de Walt” retrata la conflictiva relación que los Estudios Disney tuvo con P. L. Travers cuando, tras veinte años de ofrecimientos, la autora de “Mary Poppins” se dignó a aceptar la invitación de Walt Disney para considerar adaptar su personaje al cine.
Afortunadamente quedan las cintas magnetofónicas de las sesiones de trabajo, donde se descubre a una insufrible Travers molesta por cada línea del guión. Travers fue, auténticamente, un tiro en el pie, al equipo creativo de Walt Disney. Y, efectivamente, estuvo a punto de hacer naufragar la realización de la película. Para los que quieran ver las coincidencias y las licencias del filme, recomendamos el muy buen sitio “Hollywood vs. History” donde puede chequearse qué cosas son inventadas y cuáles no (http://www.historyvshollywood.com/reelfaces/saving-mr-banks.php). Lo que no se sabe es qué se dijeron Disney y Travers en la reunión que destrabó el conflicto. Y ahí es donde el guión de Kelly Marcel y Sue Smith se permite suponer. Y esa suposición es la tesis del filme.
En “El sueño de Walt” se vertebran dos historias en paralelo: la elaboración de la película con el continuo boicoteo de Travers y el recuerdo de la infancia de la autora de Mary Poppins, con un padre bueno pero alcohólico. Esta última historia es la más débil aunque argumentalmente sea imprescindible. Colin Farrell se muestra inferior a la excepcional dupla Tom Hanks – Emma Thompson. Pero, muy posiblemente, la debilidad sea más estructural que de composición. La oposición Travers – Disney es muy superior, en términos dramáticos (y hasta humorísticos) que el drama de Travers Goff que no tiene oponente. Margaret Goff soporta la ruina de su esposo, pero no es una auténtica oposición en términos dramáticos. No hay dos personajes en pugna: sólo uno que se derrumba en forma patética. Por eso, posiblemente, una línea argumental es más sólida que la otra y que, cuando la película pasa a la visita de Travers a los Estudios Disney, la trama revive.
Las historias se refuerzan: los ecos de la dura infancia de Travers se multiplican, como espejo, en cada línea del guión de “Mary Poppins”. No tardamos mucho en darnos cuenta que la oposición de Travers no se basa en principios estéticos. Travers está dejando en manos de Disney su infancia atormentada. La delicada situación financiera de Travers la obliga a ceder ante el Imperio Disney. Pero el proceso de la cesión de derechos es una tortura cotidiana para su autora. Ella no sólo lamenta dejar su criatura en manos de alguien a quien no respeta; ella está viviendo, otra vez, el drama infantil, sin poder sublimarlo como lo hizo al escribir “Mary Poppins”.
Ésa es una idea interesante: lo que el creador pone de sí, de sus propias entrañas, al escribir una historia. No hay posibilidad de negociación sin dolor, porque esas historias tipeadas en la máquina de escribir, son más reales que la realidad. “Mary Poppins y los Banks son mi familia” declara angustiada Travers en un momento del filme. Poppins y los Banks tienen carnadura, son parte de la esfera de afectos. Principalmente porque detrás está la figura del padre, un hombre que intentó (sin éxito) cultivar la fantasía de su hija, dorarle la píldora de un mundo luminoso y mágico, tan distinto al cruel mundo de la vida real. Y en esa proeza, el padre se derrumbó sin éxito. Travers puede creer que ha traicionado a su padre por negociar la historia: en realidad, ya lo ha traicionado cuando ha dejado de creer en la sola posibilidad de magia en el mundo.
Hay un tono en el filme que me evocó la misma sensación que tuve cuando vi “Mary Poppins” (ya de grande, confieso). Es ese sentimiento tristón al contemplar el esfuerzo que hacen los adultos para que los niños no pierdan la magia de la infancia. Malabares torpes para que tarden en desayunarse sobre la injusticia básica del mundo. Esfuerzos para que sigan creyendo, para que se prolongue el tiempo de los juegos y de la inocencia. El esfuerzo es inútil, desde ya. Pero no deja de ser noble. Y visto desde la distancia, conociendo el resultado, no deja de ser menos noble ni menos melancólico. Y, creo, esa actitud de resistencia tiene muchos puntos de contacto con la conducta del contador de cuentos, con el artista.
Precisamente, la tesis principal del filme es la postulación de la misión de los contadores de cuentos: restaurar el orden del mundo. “Porque eso es lo que hacemos nosotros, los contadores de cuentos, restauramos el orden con la imaginación” declara Walt Disney en la escena clave del filme. Eso es el arte. Una manipulación del corazón para que la realidad no sea todo lo cruel y feroz que sabe ser. Un acto heroico para creer que la felicidad puede esperarnos a la vuelta de la esquina. “Incitamos la esperanza una y otra vez” insiste Disney.
Ésa es la grandeza destacable de seres como Disney o Travers, probablemente infames en la vida cotidiana, pero con el don mágico de regalarnos un mundo de ilusión. Ése es el fin de cualquier contador de cuentos, ilusionista barato con trucos de cartón, timador que logra arrancarnos la sonrisa, gastada, fatigada, pero sonrisa al fin, para seguir el trecho por un rato más.
Alabado sean los contadores de cuentos porque ellos logran redimir a las almas puras pisoteadas en el engranaje implacable de la realidad.
Mañana, las mejores frases.