Revista Cultura y Ocio

La mitad de la verdad. Zygmunt Miloszewski

Por Mientrasleo @MientrasleoS
La mitad de la verdad. Zygmunt Miloszewski
     "Los judíos celebran solemnemente el séptimo día de las fiestas de la Pésaj y recuerdan el paso a través del Mar Rojo, mientras que para los cristianos es el cuarto día de la Octava de Pascua. Para los polacos este es el segundo de los tres días de luto nacional decretados tras el incendio de un albergue social en Kamie´n Pomorski, en el que fallecieron veintitrés personas."
     Lo cierto es que en cuanto vi que se publicaba este libro, ni me lo pensé. Es el segundo volumen de una trilogía que comenzó hace meses con El caso Telak y que tenía ganas de avanzar. Por eso, hoy traigo a mi estantería virtual, La mitad de la verdad.

     Seguimos conociendo a Szacki, fiscal investigador de homicidios que ahora se ha trasladado a una pequeña ciudad de provincias llamada Sandomierz. Ahí, un lugar aparentemente aburrido con poco que hacer, aparece el cuerpo desnudo y sin vida de una mujer. Todo parece indicar que el homicidio ha seguido un ritual judío para sacrificios animales, lo que provoca un brote de resentimientos no tan enterrados en esta pequeña comunidad. Además, el cuerpo de la mujer no es el único en aparecer y Szacki ve como se complica su vida.
     Szacki me gusta, ya lo comenté en la reseña de la primera entrega. No es particularmente simpático y no le gustan los perros, pero me lo paso bien. Y tras el sorprendente caso Telak, tenía ganas de ver por dónde despuntaba el autor en la segunda entrega. Esta vez nos deja en una ciudad pequeña, lo que aprovecha para que veamos las diferencias entre ambos libros: de la capital aquí, a los vecinos que se conocen, a resentimientos y envidias... y refleja perfectamente lo que es vivir en estas sociedades. En cuanto al caso que presenta, es muy interesante no ya por la resolución en sí o por el cura que es por momentos bastante divertido, sino por el trasfondo que despliega de antisemitismo latente aún en la sociedad actual. Y es que el autor representa de una forma estupenda la sociedad polaca, que pese a no ser un lugar lejano y exótico, me era totalmente desconocida. No sólo el tema antisemita, sino también el momento actual.
     Los personajes son fantásticos y Szacki sigue siendo, cuanto menos, peculiar, de esos a los que amas u odias y que admite pocas medias tintas; aunque reconozco que me ha resultado un poquito menos fresco que en la primera entrega. El autor lo sabe rodear de buenos secundarios y de una trama solvente, convirtiendo esta novela en una muy buena opción de lectura.
El ritmo es engañoso, uno comienza con la sensación de que no está sucediendo nada, cuando en realidad es un no parar hasta llegar a un final en el que cuesta hacer una pausa en la lectura hasta tenerlo todo atado y bien atado. El autor en este caso busca sorprender, ya vamos viendo el camino que toma en el último cuarto del libro, que desemboca en un final satisfactorio que deja con ganas de que se publique la tercera parte de esta trilogía y con la curiosidad de saber por dónde va a salirnos esta vez Milosewski.
     Me ha gustado, me he divertido y me he reído, porque el humor negro negrísimo está presente durante la narración y, pese a lo narrado, hay momentos en los que me ha sido imposible reprimir la risa. El autor ha sabido dotar a esta segunda entrega de carácter propio y diferencias suficientes con el primero como para poderlo desligar, pero si me lo permitís, os recomiendo ambos. Y empezad por el primero.
     Me gusta descubrir nuevos lugares en mis lecturas. A veces exóticos y otras simplemente desconocidos, como es el caso de Polonía. En este caso, por ejemplo, busqué la ciudad en la que se desarrollaba y me topé con un entorno precioso.
     Y vosotros, ¿también aprovecháis las lecturas como guía de viaje?
     Gracias.

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