Hay dos formas de analizar el lío político en que vuelve a estar enredada España. Una es desde la perspectiva del interés puro y exclusivo de los partidos, es decir, de cómo juega cada uno sus cartas para mantenerse en el poder, para alcanzarlo o para evitar que los rivales directos lo alcancen. Esta forma es lo que cualquier ciudadano de a pie llamaría "politiqueo" no sin cierta razón. En él lo prioritario no es tanto el interés general como el particular de los partidos. Admito que el "polítiqueo" es parte esencial del sistema democrático, entendido éste como sistema competitivo entre partidos políticos en su lucha por la conquista del poder. No hay nada ilegítimo ni vergonzoso en este juego siempre y cuando no degenere en un tacticismo descarnado que apenas se intenta justificar apelando a valores y principios vagos e imprecisos. Cuando los líderes políticos se lanzan con tanto entusiasmo a estos juegos de trile como hacen estos días los españoles albergo pocas dudas de que sus intereses y los de los ciudadanos difícilmente concuerdan.
Un análisis útil para la sociedad sobre la sucesión de regates en corto a los que asistimos desde la publicación de la sentencia sobre la corrupción en el PP, tiene que preguntarse por el interés general tantas veces invocado en vano. Mucho me temo que la primera víctima de la moción de censura contra Rajoy y las consiguientes reacciones está siendo precisamente el interés de los ciudadanos. Me explico: de prisa y corriendo, sin encomendarse siquiera a su Ejecutiva, el PSOE presenta censura pensando seguramente menos en Rajoy que en obligar a Rivera a retratarse; los naranjas, pillados a contrapie, se descuelgan con la perla de la moción instrumental que conduzca a la convocatoria de elecciones y Pablo Iglesias, vestido con piel de cordero, ofrece apoyo incondicional a Sánchez con la esperanza de que se abrace en su propia ansiedad por ser presidente. El líder del PSOE se enroca en su negativa a negociar nada con nadie y pide un cheque en blanco y la fe del carbonero en el programa socialista. Su gobierno monocolor carecería de la más mínima estabilidad pero eso no parece que importe demasiado si hay suerte y consigue pasar una temporada en La Moncloa hasta que las encuestas aconsejen convocar elecciones. Foto: ABCCiudadanos - el más comprometido de todos por su pacto con el PP - no está dispuesto a concederle esa baza pero tampoco puede votar en contra de la moción si Rivera quiere que su cuestionable discurso regenerador tenga credibilidad. En Podemos, su líder Pablo Iglesias ya empieza a pedir contrapartidas y a advertirle a Sánchez que si fracasa la moción - que, salvo milagro, fracasará - debería irse de nuevo a casa. Y por rizar el rizo añade Iglesias que, en caso de fracaso del PSOE, Podemos presentará otra moción aunque él - modesto como es - no será el candidato a La Moncloa, lo cual es muy de agradecer. ¿Alguien ve en todo esto al menos un gramo de interés general? ¿qué pretende Sánchez con una moción de censura que se niega a negociar? ¿ tal vez aparecer ante los españoles como el pistolero más rápido al este del Misisipi presentando mociones contra la corrupción?
Si la corrupción en el PP es tan grave como dicen Ciudadanos, PSOE y Podemos que es y confirman los fallos judiciales y se adivina por los casos pendientes de juicio, Sánchez, Rivera e Iglesias deberían encerrarse en una habitación y no salir hasta que hayan llegado a un acuerdo para formar un gobierno alternativo al del PP. No me cabe duda de que si no lo han hecho ni hay esperanza alguna de que lo vayan a hacer, es porque no es el interés general el que les guía ni el que les mueve sino el único y exclusivo de sus respectivos partidos. Aunque para certezas la que tengo sobre el único beneficiado una vez más del juego de manos entre los tres partidos cuyos votos bastarían para producir el deseado cambio político que pregonan a diario. ¿Es necesario que diga de quién hablo?