Hace algo más de un mes vimos como una fístula pudo crear tendencia en la antigua Francia. Si la moda de ir luciendo un pompis operado no era suficientemente extraña, el país galo se reservó una insólita moda para el siglo siguiente de la mano de un invento norteamericano.
En 1749, Benjamin Franklin, uno de los padres fundadores de los Estados Unidos de América, detalló el principio del funcionamiento de los pararrayos, desarrollando su aplicación doméstica en los años siguientes. En esa época realizaría su famoso experimento con la cometa. Aunque hay ejemplos de pararrayos anteriores, fue Franklin quien popularizó el concepto, salvando del peligro a mucha gente en un tiempo en el que era habitual tañir las campanas para alejar las tormentas, aunque realmente fuera una estrategia letal para los campaneros que las tocaban.
Tal fue la popularidad del instrumento, que, en 1778, Jacques Barbeu du Bourg quiso tomar el testigo del invento y hacerlo portátil. ¿Qué podría ofrecer más tranquilidad que poder elegir dónde te iba a caer un rayo? Le parapluie-paratonnerre (paraguas-pararrayos), con toma de tierra, podía servir para recibir el poder de Grayskull, aunque no le siguiera ninguna transformación asombrosa. Las damas llevaban le chapeau paratonnerre (el sombrero pararrayos), una cinta metálica en torno al sombrero con una cadena de plata que se situaría a su espalda hasta llegar al suelo. En ambos casos el cable suspendido redirigiría la descarga eléctrica dejando al usuario ileso.
La idea no acabó de cuajar y Barbeu se dedicó a experimentar en los hornos de pollos y en la influencia de la composición del suelo en el grano Sin embargo, el médico y escritor francés Claude Jean Veau Delaunay también desarrolló un pararrayos portátil telescópico que alcanzaba los 6 metros, sirviendo a aquellos que trabajaban en zonas abiertas, como los granjeros. Julies Cordier Clairville describe una versión china en su libro de 1851, The crystal palace or Parisians in London.
Fuente: Wikipedia (fr), Wikipedia (en)