Cada vez es más frecuente el diagnóstico de enfermedades mentales en la infancia. El fenómeno no para de extenderse gracias a estrategias de disease mongering o tráfico de enfermedades. Muy conocido es el caso del Trastorno de Déficit de Atención e Hiperactividad (TDAH). ¿Y el Trastorno Bipolar?
El diagnóstico de Trastorno Bipolar está relacionado directamente con el TDAH. Es lo que se llama comorbilidad, personas que padecen las dos dolencias.
¿Algunos días se siente muy feliz y con mucha energía y otros muy triste y deprimido? ¿Le duran estos estados de ánimo una semana o más? ¿Le es difícil dormir, concentrarse, o ir a trabajar debido a estos cambios de ánimo?
Algunas personas que experimentan estos síntomas sufren del trastorno bipolar, una grave enfermedad mental“.
Así lo anuncia la ¿propaganda? El bipolar se caracteriza -para quien crea en él pues hay psicólogos y psiquiatras que dudan de su existencia como enfermedad- por cambios extremos en eso tan sumamente subjetivo como es el estado de ánimo, que va desde el estado “bajo” depresivo, al “alto” (este se caracteriza por sentimientos de felicidad excesiva o furia).
La “moda” de su diagnóstico o sobrediagnóstico, que es lo que ocurre por ejemplo en Estados Unidos, donde se conceptualizó de manera interesada en la década de los años 90 del siglo pasado, amenaza también con convertirse en epidemia.
El DSM-5, la útima versión del denominado Manual Diagnóstico y Estadístico de los Trastornos Mentales, conocido también como la “Biblia” de la psiquiatría, lo cataloga ahora como Trastorno de Regulación Disruptiva del Humor. Ha sido impulsado desde su origen por científicos y médicos con evidentes conflictos de interés con los laboratorios interesados en que se sobrediagnostique y receten para ello fármacos antipsicóticos de reconocido peligro desaconsejados para la infancia, por cierto.
Todo comenzó cuando el psiquiatra Joseph Bierderman decidió asociar el TDAH al bipolar. A Biederman se le considera el “padre” del trastorno. Bueno, él se considera Dios, sí eso dice ante un jurado en el vídeo que os muestro:
Antes ya había destacado como uno de los máximos impulsores de la medicalización del TDAH. Él y otros colegas de la Universidad de Harvard protagonizaron un escándalo de financiación no declarada por sus trabajos pagados por farmacéuticas que ascendió a más de 1,6 millones de dólares.
Una investigación del Congreso estadounidense probó que el médico escribió a Johnson & Johnson (J&J), propietaria de varios medicamentos para el TDAH como Risperdal o Concerta, que probaría su eficacia en niños con diagnóstico simultáneo de TDAH y Trastorno Bipolar. Biederman trabajaba entonces para J&J y “adivinaba” el futuro.
El propio DSM-5 está cargado de “expertos” financiados por los laboratorios. Cuando aún estaba redactándose su quinta versión, el reputado psiquiatra Allen Frances -exjefe del Grupo de Tareas del DSM-IV- ofrecía en su escrito Abriendo la Caja de Pandora: las 19 peores sugerencias del DSM-V algunas nociones sobre esas supuestas “enfermedades mentales”.
Ya entonces se refería al Trastorno Disfuncional del Carácter con Disforia –expresión con la que quiere considerarse mentalmente trastornado a toda persona que se expresa con exabruptos- y auguraba que lo que se pretende es dar masivamente antipsicóticos a esas personas con los riesgos que eso implica para su salud.
Según Frances, con esta nueva definición lo que se busca en realidad es paliar el actual e injustificado número de personas a las que se les está diagnóstico de Trastorno Bipolar en la infancia “creando otro monstruo”, que al final se ha dado en llamar, como he citado, Trastorno de Regulación Disruptiva del Humor.
Bierderman, sus discípulos y sobre todo sus mecenas se sentirán orgullosos. El consumo de cuestionados fármacos para el TDAH no para de crecer en España.
A pesar del amplio uso de antipsicóticos en infantes diagnosticados de los dos “trastornos mentales” no existen investigaciones que demuestren la eficacia y seguridad de esos fármacos a largo plazo (más de seis meses).