Revista Historia
Si nos paramos a pensar cuales son los pilares que sostienen a la monarquía española poco tardaremos en darnos cuenta de la extrema debilidad de estos. Una debilidad fruto de las condiciones en que se produjo su reinstauración en España, acompañada hoy por una situación política y social de nuevo cuño.
Dicha debilidad se ve incrementada por la forma en que los dos monarcas que han reinado en España desde 1931 han accedido a la corona. Ambos lo han sido por abdicación de su antecesor. Para que Juan Carlos I fuese coronado fue necesario que su padre Juan de Borbón, legítimo aspirante al trono, renunciase a sus derechos obligado por el dictador. Más tarde fue Juan Carlos I el que se vio obligado a abdicar y permitir la subida al trono de su hijo Felipe.
Todo ello fue posible gracias a la farsa que representó la Ley de Sucesión Franquista. La corona y los monárquicos sabían que tarde o temprano dicha ley sería cuestionada y maniobraron para convertir la monarquía impuesta en una demanda del pueblo español y como tal fue votada y refrendada una vez incluida en el texto de la Constitución de 1978. Con ello se pretendían dos cosas fundamentalmente, una convertir la monarquía en la forma de Estado, pretensión que se consiguió, y otra eliminar el estigma de sucesor de Franco que Juan Carlos de Borbón soportaba, para convertirlo en un legitimo heredero de la Dinastía Histórica, pretensión que no solo no se consiguió sino que pasó a formar parte de la herencia del actual rey Felipe VI, y lo seguirá siendo por mucho negro sobre blanco que se escriba para defender lo contrario.
De este lavado de cara se encargó Joaquín Satrústegui, monárquico radical que después de haber combatido en el ejército sublevado, formando parte del grupo de monárquicos que, siguiendo las órdenes de Mola, ocuparon el puerto de Somosierra con el objetivo de facilitar el acceso a Madrid a las columnas que, desde el norte, debían tomar la capital. Un Joaquín Satrustegui que terminada la guerra mutó en liberal sin dejar de ser monárquico y que fue senador en 1977 para posteriormente integrarse en la UCD y llegar a diputado en 1979 de la mano de Adolfo Suárez.
Satrústegui fue el parlamentario más votado en las elecciones de 1977 y se ocupó hasta conseguirlo de que en el artículo 57 de la CE78 se proclame que ”La Corona de España es hereditaria en los sucesores de S.M. Don Juan Carlos I de Borbón, legitimo heredero de la dinastía histórica”. De esta forma desvincula a Juan Carlos de la muy derogable Ley de Sucesión Franquista y le sitúa en el lugar que le corresponde: hijo de Juan III, nieto de Alfonso XIII. (1)
El pueblo español votó mayoritariamente SI a la Constitución de 1978 en un referéndum en el que debía elegir entre el SI o el No a la siguiente pregunta: «¿Aprueba el Proyecto de Constitución?». Observemos que se votó SI a un proyecto. Una aprobación que otorgó el 58,9 % del censo electoral, un porcentaje elevado si, pero representado mayoritariamente por votantes que desconocían el texto constitucional, que actuaron inducidos por UCD, PSOE, AP, PCE, PDPC, UDC-DCC, PSUC, PC,…, partidos que hoy en día los que siguen “vivos” con la sola excepción del PP (AP) son partidarios de una reforma constitucional a fondo, no digamos ya de la voluntad de reforma de aquellos que se opusieron en 1978 : ERC, EE, HB, BNPG, FE-JONS, FN y PCE (m-l) entre otros.
Ante lo anterior, que son hechos, debemos unir otro hecho cierto, este es que la Ley de Sucesión Franquista fue el fruto del proceder interesado de un sistema dictatorial nacido del levantamiento en armas contra un sistema de Estado democrático y legitimo, contra la Constitución de 1931, contra la II República Española. Un hecho cierto, en lo que a la monarquía española se refiere, que pretende ser “lavado” por el contenido del citado Artículo 57 de la CE78.
Teniendo en cuenta todo lo anterior, referéndum incluido, la legitimidad de la monarquía española solo puede ser defendida de forma muy subjetiva. Si queremos ser objetivos la realidad, los hechos, es que el actual modelo de Estado fue impuesto ilegal e ilegítimamente por un dictador y legitimado por una Constitución, la del 78, elaborada y cocinada durante una legislatura constituyente por siete ponentes, de los cuales cinco pertenecían a la derecha española postfranquista, entre ellos Manuel Fraga, y solo dos a la izquierda, Peces-Barba (PSOE) y Solé Tura (PCE).
Es de recibo ser demócratas y aceptar los resultados de las urnas. Una vez abiertas hay que atenerse a lo votado mayoritariamente, más aún en un referéndum. Pero lo que no es obligatorio es ser monárquicos sin más por mucho que una constitución lo contemple, menos aún si la figura del Rey y sus derechos y libertades se oponen al cumplimiento por su parte del Art.14 de la misma Constitución.
Juan Carlos I tuvo que abdicar como consecuencia de sus actos, de no haberlo hecho las consecuencias negativas para él y la corona habrían puesto en peligro la placida permanencia de ambos. Su hijo ocupó el puesto y poco ha tardado, junto con su esposa, en sembrar serías dudas en relación con su respeto al pueblo. Una infanta de España está siendo juzgada junto con su marido por supuestos delitos económicos. Los principales partidos que sustentan a la monarquía (PP y PSOE) están en franca descomposición y las calles están repletas de ciudadanos exigiendo cambios en el sistema, incluso del sistema. El paro afecta a más de la cuarta parte de la población y los derechos adquiridos, todos, están en franco retroceso o desapareciendo. La clase política ya no goza del respeto de los ciudadanos, la corrupción les está acorralando. Solo falta la irrupción a nivel nacional de un partido republicano que consiga obtener representación parlamentaria, para que las perspectivas futuras de la monarquía española sean poco favorables a su continuidad.
España es difícil de prever en libertad, y a mi me parece que no a mucho tardar volveremos a escuchar la frase pronunciada en abril de 1931 por el Almirante Aznar, último presidente del Consejo de Ministros de Alfonso XIII: “España se acostó monárquica y se levantó republicana”. Que volvamos a escucharla depende los republicanos, de los que lo somos hoy y de los que mañana lo serán.
Benito Sacaluga
(1) "Don Juan". Luis María Ansón. Plaza&Janes (1994)