La montaña de Basura está triste. Y harta. No porque se sienta sola, porque sus compañeras las ratas la siguen acompañando y ella las adora, ¿quién sino la montaña iba a querer a esas dos? Pero tanta basura acumulada empieza a pesar y amenaza derrumbe. Nunca se sintió así cuando apenas era un conjunto de pocas latas vacías olvidadas. Esa sabiduría que los Fraggle vienen siempre a buscar no surge de la nada, está construida a fuerza de absorber lo tóxico, de acumular restos de inmundicia e intentar que no penetren en el interior de la montaña. Ella es sabia porque siempre supo dejar la basura fuera y contener lo que de verdad importa. Pero cada vez es más grande. Todos tiran desperdicios sin pudor y está a punto de alcanzar al Everest y ya está harta. Los restos han empezado a hacer raíces en su espina dorsal y la sabiduría le pesa. A veces se sorprende recordando la ignorancia de chica, cuando apenas ocupaba el espacio de un castillo de arena y nadie venía a consultarle nada y piensa que aquello era felicidad. Pero luego sacude la cabeza. “No, la ignorancia nunca es buena”, se dice y se prepara para una nueva visita de Gobo, Musi, Rosi, Dudo y Bombo y entonces sonríe. Si en algo los puede ayudar con sus palabras, entonces tanta basura tragada merece la pena, pero hoy les va a pedir que sean cariñosos con ella, que le den un fuerte abrazo que la sacuda por dentro y aleje tanta ira, frustración y complejos que los humanos le botan encima.
Un fotograma de la serie Fraggle Rock, de Jim Henson, en la que La Montaña de Basura habla con Gobo y Dudo.