Ayer por la tarde, hacia las 17 h., no habían llamadas telefónicas, la circulación estaba parada y ya imaginaba, por las noticias de la radio, que la consulta había finalizado. Intenté subir a mi escúter pero se resistió; sus ruedas patinaban sobre el hielo y tuve que volver a casa andando. Suerte que vivo a un kilómetro y medio de la consulta pero ir resbalando por el hielo y con bloques de nieve cayendo de los árboles sobre mi cabeza, hizo que la distancia se me hiciera eterna. Mi figura culibaja y paticorta junto con su barriga cervecera se tambaleaba sobre la nieve y el hielo temiendo por mis huesos -no por la cabeza ya que llevaba el casco de la moto puesto. Un día les explicaré lo que le ocurrió a mi amigo Sir Joseph Gaspá, el pediatra filósofo en una nevada.
Reventado, con los pies chorreando, y con un poco de frío me senté frente a mis ordenadores para repasar la actualidad y ver el correo electrónico. Había, entre ellos, un mensaje de una madre ejemplar a la que estoy seguro que no le importará que ponga su nombre, Pilar Rius, con el famoso vídeo de la canción Imagine de John Lennon interpretada por un coro afectado de sordera. Yo les pongo otra versión.
Llegar a casa y ver un vídeo así me quitó la mala "uva" que tenía por la incomodidad del desplazamiento andando, con frío y mojado. ¡Dios mío!, ¿cómo era capaz de quejarme por una chorrada cuando ese coro maravilloso cantaba sin oír nada? Aunque me queje soy un privilegiado pero, en ocasiones, pequeñeces como ésta ayudan a centrar la cabeza y darte cuenta de ello. Lo he pasado muy mal en mi vida y, aunque profesionalmente me ha sonreído, me ha dado muchos palos grandes y dolorosos.