Editorial: Bruguera, 1973
Tras la salida de la cárcel de su cliente, Clemens, acusado de asesinar a su esposa, el abogado Jean Martens decide ayudarle a rehacer su vida.
La novela, dividida en seis partes, cada una de ellas iniciada por el asesinato de una mujer, empieza con buen ritmo e interesantes premisas: un prefacio en el que se relata el primer asesinato, seguido de un capítulo que presenta a los protagonistas y sus circunstancias: Clemens, en libertad condicional tras haber sido condenado seis años atrás por el asesinato de su esposa, Suzanne, cuyo cadáver no ha aparecido, se reúne en su casa con su abogado, Jean Martens, convencido de su inocencia.
Al instante el edificio, que fuera una parada de diligencias un siglo atrás, se convierte en un personaje más: situado en un lugar aislado y misterioso, donde a principios del XVIII desaparecieron dos mujeres a quienes se creía brujas, en circunstancias similares a lo sucedido con Suzanne. La capacidad del autor para crear una atmósfera misteriosa y enfermiza, incrementa la sensación de que algo malo pasará, ya sea al abogado metomentodo y su ayudante, Marta Louvier, a Clemens o a su hija de diecisiete años, Danielle.
Los capítulos (muy breves) del tres al cinco transcurren en el interior de la casa, creando un ambiente muy logrado de inquietud mediante sucesos en apariencia inexplicables que hacen pensar a Martens que en el lugar ocurre algo sobrenatural.
Lamentablemente, la historia se va desinflando poco a poco, la aparición de algunos personajes la vuelven más previsible, los protagonistas averiguan lo que ocurre casi sin querer y el final puede resultar algo decepcionante, tanto en la explicación de los supuestos fenómenos como en la de lo que sucedió en realidad.
La continua repetición de conceptos (la actitud del asesino en cada crimen, la sensación de misterio sobrenatural en la casa y sus cercanías), redactados en términos muy similares, acaba creando la impresión contraria a la pretendida.
Como curiosidad, llama la atención el uso de la palabra subnormal para hablar de la hija del ex presidiario ("Lástima que su cerebro siguiera siendo el de una niña de diez años. Sin llegar a ser subnormal, Danielle no era lo que se dice un prodigio de inteligencia.") o las reiteradas alusiones al espectacular físico de Marta Louvier (se le da más importancia que al hecho de tener dos trabajos o que sea quien descubre la identidad del asesino), quizá producto de la fecha (1973) en que fue publicada la obra.
En resumen, esta primera entrega de la Selección Terror de los Bolsilibros Bruguera no acaba de cumplir las altas expectativas generadas por el título y los primeros capítulos.
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