Revista Libros
La muerte de la literatura es el Gran Tema de Conversación. "No importa la obra, solo el proyecto", se parafrasea, casi diciendo: el proyecto no mancha, la obra sí, es sucia. Drama. Angustia. Y posterior liberación: ahora todo está permitido en literatura; aunque lo cierto es que siempre estuvo todo permitido. Pero ahora el todo (lo que venga) es el imperativo. La literatura tuvo una muerte profiláctica. Nadie se embadurna con su cadáver. No hay náusea ni asco hacia su putrefacción. Recordemos que lleva muerta hace por lo menos 70 años. Máxime si recordamos que murió extenuada. Agotada. Quizá por eso no huele: era una viejecita reseca, una momia. Otra cosa con una muerte sangrienta: por ejemplo con una motosierra. Lo cierto es que ahora recibe metralla de todas partes: salivazos, bilis y rayos láser. Pero no pasa nada porque el cadáver es solo polvo. ¡Si tan solo la hubieran destajado durante su vida bullente! Apestaría, hinchada, violácea, monstruosa. Me pregunto si no ocurrió así. Por lo visto en manuales y demás, la clavaron con alfileres durante años, y entre guerras le explotó un obús en la cara. Destrozada. Sin posible maquillaje. Es más: no hay cadáver: solo esquirlas. ¿De qué hablamos, entonces? Es necesaria una voluntad necrófila. ¡Exhumemos el cuerpo, o inventemos uno! Empavonémonos de él. Devolvámosle olor, líquidos, si ya no vida. De lo contrario el silencio. Jugar limpios es horrorosamente aburrido. Es trabajo de carniceros no de cirujanos. Hay que destajar a dentelladas: no con fálico bisturí, previamente esterilizado. Esta retórica no dice nada, pero no es su intención decir; sino instigar...
Café San José (Güemes 3165), 15.30. Bs. As.Deseoso de compañía para hablar de cualquier cosa,incluso de la muerte de la literatura.
+
