Revista Cultura y Ocio
Los hechos históricos son bien conocidos y pueden consultarse en infinidad de libros y páginas de internet: tras ser derrotado en la batalla de Waterloo en el año 1815, el emperador Napoleón Bonaparte fue desterrado por los británicos a la isla de Santa Elena, donde acabaría muriendo el 5 de mayo de 1821. La causa de su fallecimiento ha sido discutida durante los dos siglos posteriores: ¿quizá se trató de envenenamiento por arsénico? ¿Tal vez una úlcera? Los estudios más recientes parecen decantarse por un cáncer de estómago.Pero de pronto llega el belga Simon Leys y se plantea una duda: ¿y si todo ocurrió de otra forma? ¿Y si el emperador, ayudado por algunos adeptos, consiguió evadirse de la isla mientras una persona muy parecida físicamente a él tomaba su sitio? Partiendo de esa suposición narrativa construye la novela La muerte de Napoleón, que ha sido publicada por Acantilado gracias a la traducción de José Ramón Monreal.En ella vemos al célebre militar corso embarcarse hacia Francia bajo el anónimo aspecto de un mozo de camarote; lo vemos visitar (en una excursión guiada, que le produce tanta perplejidad como zozobra) el campo de batalla de Waterloo; lo vemos protegido por una joven viuda, en cuya casa se hospeda mientras espera el desarrollo de los acontecimientos; lo vemos enterarse de su propia muerte (el sustituto, al fallecer, complica más todavía sus planes); lo vemos ocuparse de un asombroso negocio; y lo vemos, en fin, observado con sospecha por un alienista, que ha recibido la información de que ese hombre avejentado y grueso se cree, alocadamente, Napoleón Bonaparte.Una estupenda narración sobre las grietas de la realidad y sobre la melancolía que puede abatirse sobre una persona cuando sus sueños se resquebrajan. Notable.