Por Francisc Lozano*
“Cuando el debate se ha perdido, la calumnia es la herramienta del perdedor”. AristótelesSergio Fajardo, Gustavo Petro, Germán Vargas, Iván Duque y Humberto de la Calle. Imagen de HPS
A lo largo de la historia de la humanidad, los seres humanos han intentado perfeccionar los métodos para hallar conocimiento y acercarse a la verdad. Hace poco más de dos mil años, Aristóteles fue uno de los grandes precursores de ese esfuerzo. Además de la lógica argumentativa fundamental, el heleno también estableció el silogismo y la lógica deductiva como las formas más precisas de alcanzar el ‘sophos’ o la ‘σοφία’ (sophia: sabiduría). Pero no se limitó a ello, también creó parte de la estructura de un debate y condenó abiertamente el ataque personal como método para ganar las discusiones. Con el paso del tiempo, llegarían otros pensadores que pondrían todo su esfuerzo intelectual en mejorar los métodos aristotélicos del razonamiento y/o demostrar que otros métodos eran más eficientes, precisos y eficaces.
"Las que conducen y arrastran al mundo no son las máquinas, sino las ideas".
Víctor Hugo En el presente, y el pasado recientes, no obstante, hemos visto un fenómeno muy particular que se ha tomado los procesos electorales más renombrados de América y Europa: la falta de capacidad argumentativa o el ataque malicioso al contradictor y no a sus ideas o posturas (Falacia ad Hominem) reina en los encuentros entre candidatos, en la publicidad de cada campaña y, claro, en todos los debates.
Trump ganó en USA llamando “crooked Hillary” (Hillary la deshonesta o la corrupta), pero nunca demostró por qué era corrupta o qué había de malo en sus propuestas para el futuro de USA. Boris Johnson fue uno de los grandes defensores de la salida del Reino Unido de la Unión Europea (UE). Uno de sus argumentos principales era que era necesario recuperar la soberanía y reducir los gastos del país en la organización económica más grande del mundo. Johnson nunca fue capaz de explicar cómo el país estaba perdiendo dinero teniendo acceso ilimitado al mercado más grande del mundo (UE) y gozando de los beneficios de moverse libremente y vivir libremente en el viejo continente. Pero no se limitó a su ignorancia, además atacó a quienes no estaban de acuerdo con él. El Plebiscito en Colombia no fue diferente, tanto los defensores del Sí como los del No, dedicaron innumerables horas de su tiempo para insultar a sus opositores ideológicos, no a combatir sus ideas o conceptos con ideas mejor estructuradas. El representante del uribismo, Juan Carlos Vélez Uribe, confesó que se dedicaron a esparcirmentiras y a apelar a las emociones, no a la lógica para lograr que ganara el No.
Hace casi dos años escribí una columna sobre el ‘Brexit, Trump y el Plebiscito en Colombia’ y lo que parece ser un imparable crecimiento del fascismo, el nacionalismo y el racismo a nivel global. Con pocas excepciones, el mundo se debate entre los valores democráticos y la xenofobia. Hoy, en casi todos los países hay representantes de ideas radicales que sobreponen el nacionalismo, el patriotismo o incluso la eugenesia a la oportunidad de convivir con personas que vienen de otros países o de otras clases sociales. En ese artículo también cité a Aristóteles, quien decía “sólo hay un bien: el conocimiento. Sólo hay un mal: la ignorancia”. Y no podría estar más de acuerdo con él. Ya hemos visto, incansablemente, cuánto daño hace la ignorancia.
En la actualidad, las elecciones en Colombia vuelven a estar dominadas por el ataque al opositor político. Nadie se salva. Todos los candidatos, incluso los más respetados, preparados y admirados por nosotros, han dedicado parte de su tiempo a ofender o atacar a sus rivales: de De la Calle dijeron que “era el candidato de las Farc”, en pocas ocasiones dijeron qué está mal con sus propuestas.
De Duque se dice que es un títere, que quien gobernará es Uribe, que no tiene experiencia, que no ha administrado ni una tienda y otras cosas más que, aunque parecen a toda vista ser ciertas, nada tienen que ver con sus propuestas. Pocos han dicho qué está mal con ellas.
De Fajardo se dice que es tibio, que no toma partido, pero pocos o ninguno se dedica a decir si sus propuestas en materia económica, educativa y social contribuyen o no a mejorar la situación actual de Colombia.
De Petro dicen que es “castrochavista”, que usa zapatos de marca Ferragamo, que fue guerrillero, que estuvo en la toma del Palacio de Justicia (completamente falso, por demás), que es comunista, y muchas cosas más, pero no he visto a mucha gente decir qué hay de malo en sus propuestas para Colombia.
Vargas Lleras no es la excepción: se le acusa de comprar votos, tener fichas políticas en casi todas las entidades públicas del país, de usar a alcaldes, senadores y gobernadores para conseguir votos, de ser violento e irrespetuoso, de usar la imagen de la mujer irrespetuosamente la imagen de la mujer para ganar votos, de ser el jefe de la “mermelada”, y aunque todo eso es cierto, no hay mucha gente explicando por qué sus propuestas son inconvenientes para el país y cuáles sí son útiles.
Como pueden notar, todos los candidatos se atacan entre ellos con mayor o menor grado de alevosía, pero los demás ciudadanos no estamos lejos de ese fenómeno: entre los ataques personales más comunes en las redes sociales o en las calles, están los de “mamerto”, “paraco”, “uribestia”, “guerrillero”, “enmermelado”, y muchos más. El elemento más importante de la elección no es, como debería ser, si hubiéramos aprendido algo de Aristóteles, el debate de ideas, es el ataque personal, que sólo termina demostrando la falta de capacidad al argumentar.