Corría el mes de agosto del año 1028, hace casi un milenio. El Rey de León, fuera quien fuera, tenía la obligación inherente a su cargo de combatir a los sarracenos para recuperar lo que fue reino y territorio de godos. Por eso no era raro que el mismísimo rey combatiera en primera línea, asumiendo todos los riesgos. Así hizo el gran Alfonso V de León, llamado ‘El Noble’ o ‘El de los Buenos Fueros’, que pereció por un flechazo a las puertas de la ciudad portuguesa de Viseo. De eso hace 995 años
Alfonso V, hijo de Bermudo II ‘El Gotoso’, fue Rey de León desde el año 999 (tendría alrededor de cinco años, siendo declarado mayor de edad en 1008, cuando asumió plenamente el trono) hasta su muerte en 1028. Sin duda fue un gran rey: paró los pies a nobles díscolos o abusones, detuvo el ataque de los vikingos, reconquistó y repobló, trajo estabilidad al reino…, y promulgó una serie de leyes, unos fueros territoriales que en conjunto parecen una auténtica ordenanza municipal (la primera del Medievo europeo) que otorgaba derechos a los habitantes de León ciudad (no serían más de 5.000), y también a los del resto del reino.
Estaría entre los 32 y 34 años. En su afán reconquistador y repoblador, se propuso recuperar Coimbra y su comarca, que habían sido conquistadas por Almanzor, el cual las había poblado de andalusíes. El Rey de León se puso en marcha al frente de sus huestes. En el camino estaba la ciudad de Viseo, también en poder de los ‘infieles’, que debía ser tomada. Alfonso puso cerco a la ciudad (en cuya región aseguran que había nacido Viriato unos cuantos siglos antes), que estaba protegida por fuertes murallas y todas las defensas de la época.
Era pleno verano y debía hace muchísimo calor. El 7 de agosto de 1028 (miércoles) es posible que Alfonso ordenara a sus principales capitanes que le acompañaran a inspeccionar una vez más las murallas para determinar el mejor sitio para atacar. Y es posible también que algún arquero hubiera identificado el caballo del rey por las veces que anteriormente había recorrido el perímetro de la ciudad. Entonces, agobiado por el tremendo calor, Alfonso se quitó la coraza, quedándose sólo con una camisa de lino. Es muy probable que sus acompañantes se lo hubieran desaconsejado, pero el rey no podía soportar aquel pedazo de hierro en su pecho y se libró de ese. Así, mientras trataba de encontrar algún punto débil en las defensas de Viseo, un arquero experimentado debió pensar que, si no el rey, aquel de la camisa blanca debía ser alguien importante, de modo que preparó su arco o ballesta, se situó en una torre, esperó el momento propicio, se apoyó perfectamente, se concentró, apuntó cuidadosamente y disparó. La flecha impactó entre las costillas del desdichado Alfonso Bermúdez, tal vez atravesándolo. Las heridas eran mortales y debió morir a los pocos minutos. Muerto el rey, se levantó el asedio para trasladar sus restos a León, donde reposa.
Así murió el gran Alfonso V de León, ‘El Noble’, que no dudó el ponerse al frente de sus tropas y luchar y morir en primera línea de combate; algo parecido hizo su hijo Bermudo III unos pocos años después (eran godos). Además de tener un espíritu noble y de promulgar leyes en beneficio de todos, Alfonso rebosaba valor, tanto que ni la coraza pudo sujetarlo. Hace casi mil años de aquello.
CARLOS DEL RIEGO