Revista Religión
Al mirar uncuadro que representa a la muerte en forma de esqueleto sosteniendo una guadañaen la mano, un creyente hizo el siguiente comentario: «Yo hubiese pintado a lamuerte en forma de ángel con una llave de oro en la mano». ¡Qué diferencia! Lamuerte es la consecuencia del pecado (Romanos 6:23) y el juicio contra eldesobediente (Génesis 2:17). Nos llegará a todos, porque todos pecamos. Sinembargo la muerte, fin de nuestra vida terrenal, conduce a dos destinoscompletamente opuestos e incomunicados.
La muerte introduce en el paraíso aaquellos cuyos pecados fueron perdonados mediante el sacrificio de Cristo, peroa los que no creen los conduce con sus pecados a un lugar de tormento (Lucas16:23), en medio de la amargura y la angustia, donde esperan el juicio del Diossanto. Vale la pena definir desde hoy hacia qué destino me conducirá la puertade la muerte.
Leamos lo que Jesús dijo a Marta: “Yo soyla resurrección y la vida; el que cree en mí, aunque esté muerto, vivirá. Ytodo aquel que vive y cree en mí, no morirá eternamente. ¿Crees esto?” (Juan11:25-26). Jesús, después de su resurrección, dijo también al apóstol Juan: “Notemas; yo soy el primero y el último; y el que vivo, y estuve muerto; mas heaquí que vivo por los siglos de los siglos, amén. Y tengo las llaves de lamuerte y del Hades” (Apocalipsis 1:17-18). El que tiene la llave de oro no esun ángel, sino Jesús mi Salvador. ¿Es también su Salvador?
Fuentes: Amen, Amen