En una cuna católica
Simone Ernestine Lucie Marie Bertrand de Beauvoir nació el 9 de enero de 1908 en París en el seno de una familia burguesa con una moral cristiana muy estricta. Simone y su hermana pequeña Poupette, con la que mantuvo siempre una estrecha relación, fueron educadas en colegios católicos siempre bajo la rígida disciplina de una madre profundamente religiosa. Ya siendo una adolescente, Simone se rebelaría contra la fe familiar declarándose atea y viendo en la religión una forma de subyugar al ser humano. De su padre, un abogado que dejó atrás su sueño de ser actor de teatro, heredó el amor por la literatura. En los brazos de un filósofo Simone se fue a vivir con su abuela y empezó sus estudios de filosofía en la universidad de la Sorbona. Con una tesis sobre Leibniz Simone se graduó en 1929. Aquel mismo año, la joven graduada conoció a Jean Paul Sartre con el que iniciaría una relación totalmente distinta a los cánones establecidos. Jean Paul y Simone, quien nunca se planteó la posibilidad de contraer matrimonio, establecieron una relación de pareja basada en el respeto y la libertad de cada uno como individuo. Una relación que duró hasta la muerte del filósofo en 1980.
Simone de Beauvoir se ganó la vida como profesora, profesión que ejerció hasta 1943 cuando tuvo que abandonar el centro educativo en el que impartía clases por la denuncia de una madre que se quejó de las ideas que había transmitido a su hija.
Desde entonces, y hasta el final de sus días, Simone de Beauvoir dedicaría su vida a escribir su credo en distintos registros literarios.
Una invitada para la historia
En 1943 escribía en el París ocupado La invitada, su primera novela. En sus páginas reflejó una relación de tres que ella misma había experimentado con Jean Paul. Sus ideas existencialistas sobre la responsabilidad personal y sus reflexiones sobre la libertad del individuo aparecieron también en sus siguientes novelas, La sangre de los otros (1944) y Los Mandarines (1954), por la que recibió el Premio Goncourt.