Dice uno de esos viejos aforismos latinos que para hacer bien las cosas hay que ser “suaviter in modo, fortiter in re”, suave en la manera, duro en el fondo,
Yo sostengo que una dama es aquella mujer que se comporta exquisitamente en los asuntos de gran trascendencia como son todos los que atañen a la gobernación de un país.
Y es, además, de hierro si cumple con su obligación en contra de la oposición de todos los poderosos porque es así, aquí, como se demuestra la autentica fortaleza de un verdadero carácter.
Es como nuestro Mariano, ¿también es un Damo de Hierro, por qué, porque somete a los pobres desahuciados de todos los lugares de la Tierra a los peores calvarios a fin de que purguen ese terrible pecado que “cometieron” naciendo pobres, hasta el extremo de que la más pobre de todas las instituciones de la misma Tierra ha podido exclamar "urbi et orbi" eso de "bienaventurados los pobres de este mundo porque ellos serán los dueños del Paraíso", o algo así porque yo ya no recuerdo bien casi nada.
Pero iba diciendo que a los delincuentes hay que castigarlos con una fuerza proporcionada a su delito, de manera que el que cometió el crimen de la mayor pobreza lógicamente se hizo reo del mayor de los castigos, que éste es el mérito de la tarea de esa dama a la que yo irreverente, iconoclasta, me he atrevido a llamar de hojalata, que, para castigar como es debido a tamaños felones toda la dureza del mundo resultaría palmariamente insuficiente porque ¿a quién se le ocurre nacer en el barrio de Vallecas, en Madrid, pudiendo haberlo hecho ni más ni menos que en el de Salamanca?
Y no me vengan ustedes diciendo que en el hecho de su propio nacimiento no interviene para nada la voluntad del nasciturus porque este hecho meramente casual no tiene ninguna relevancia, lo determinante es el pecado original de los padres porque ¿a quién se le ocurre procrear en tales circunstancias de miseria, es o no es criminal engendrar hijos en tales condiciones y no me digan que esto que decimos contradice esa política cuasi universal de fomentar los nacimientos a toda costa a fin de que los ricos, los poderosos, tengan gente luego a la que explotar, porque uno no debe nunca hacer aquello que le proponen sus propios enemigos.
Pero, volviendo a esta tía puta de hojadelata, es fácil azuzar a los perros de la policía y mucho más aún a los de los ejércitos a matar, porque éstos no sólo están deseando hacerlo sino que es precisamente su vocación y profesión, el otro día no sé cómo me encontré viendo una película rodada sobre su puñetera vida y comprobé que la muy jodida era de orígenes tan humildes, coño, como los míos, de manera que no lograba comprender cómo la hija, creo, de un tendero suburbano podría ser tan jodidamente elitista porque ello suponía ni más ni menos que la negación de su propia condición vital.
Y esto me lleva casi de la mano al quid de toda la cuestión que tanto nos preocupa ahora a todos: lo que nos ocurre, lo que nos pasa no es ni más ni menos que eso, que una legión ingente de “parvenus” los llaman los franceses con su maravillosa inventiva verbal, o sea de canallescos advenedizos sufre la falta de personalidad suficiente para adorar a muerte a todos aquellos que los desprecian a fondo y dedican sus puñeteras, sus canallesca,sus pestilentes y serviles vidas a lamerles el apestoso culo a todos aquellos hijos de la gran puta que les oprimen sin más motivos que el derivado de su involuntario nacimiento.
De manera que todo un país adora a una tipa tal que les privó de sus más legítimos derechos, que desnaturalizó esencialmente una sociedad que medio funcionaba, un reino no puede funcionar nunca bien, que puso todo su empeño en que en aquel país henchido de una soberbia absolutamente injustificada desapareciera quizá para siempre todo rastro de bienestar social, porque, como dijo, junto a ese mal actor y peor gobernante que fue Reagan, el Estado, como entidad reguladora y compensadora de las desigualdades sociales, no sólo no era la solución sino precisamente el problema.
En fin, resumiendo, como una especie de Robin Hood inversa, se lo robó todo a los pobres para dárselo quizá para siempre a los ricos a los que siempre supo servir de una manera insuperable.
Una sola cosa más, esta mujer, junto al genocida Aznar, fueron los directamente responsables de que el juez Garzón no pudiera enjuiciar a ese endemoniado y lunático asesino que fue Pinochet.