Revista Cultura y Ocio
Ilustración Salvador Dalí.-José Carlos Becerra-Lo empiezas a saber,tu amor va enseñando sus sales de baño, sus fiestas deguardar, sus cenas sin nadie;a veces, el esqueleto de tu ángel de la guardabaila en tus ojos,ciertas avecillas silvestres amanecen temblando en tusmanos,ya el tufo de la crucifixiónno te hace taparte la nariz de niña “que no sabe nada”,“que no entiende nada”.Ya cruzas la puerta,ya sabes que el dolor es un mensajero servil del infinito,en tus ojos aquello que miras despierta en ti misma comopequeños niñosque se sientan al borde de sus camasesperando que vengan a vestirlos.Ya asumes tu cuerpo, ya viajas en todo lo que te rodea,a veces en tu sonrisa todavía apareceaquella niña larguirucha “tan bien educada”,pero tu esperanza enflaquece llamándote con voz cada vezmás débilcuando ya no te dignas escucharla.Extrañamente hermosa eres ahora tu propio fantasma,en tu alma han entrado la carne del mundo y la tuyaconfundidas,apiñadas por el mismo placer, revueltas por el mismo dolor.Desnuda, la ropa que te acabas de quitarya no reaparece en tus ojos,tu mirada y tu voz entonces también se quedan desnudas,te quedas desnuda,y por tu desnudez pasan los templos antiguos, lasoraciones, los heridos de guerra y los cánticos de guerra,los mares lejanos y también la vida posible en otrosplanetas.Ya tu cuerpo comprende lo que significa ser tu cuerpo,lo que significa que tú seas él;tu cuerpo extendido a lo largo de tu amor, a lo largo detu alma,y todos los barcos que zarpan de tu corazón llevan ahoralas luces apagadas.Ya te has probado en tiy un hombre no es el extraño invasor que conocías,el esposo prudente, el hombrecito que cariñosamente temataba un momentopor unas cuantas caricias, por unas cuantas monedas.Pero sabes también que no existe el triunfo que alguna vezdeseaste,por eso en tu mirada puede oírseel ruido del mar golpeando las costas solitarias y a vecesel chillido de un pájaro detrás de la niebla o la lloviznapertinaz.Ven aquí con tu colección de mariposas, con tus antiguosjuguetes que ya no existeny que parecen burlarse de ti desde ciertos rincones,ven aquí con tus segmentos de niña asombrada.Ven a mirar mis osos polares.Ven, ahora que sabes que también en los labios aparece—sin que nos demos cuenta—el beso monstruoso y bellode aquello que todavía llamamos el alma.