La mujer egipcia protagonista en ‘El Cairo 678’

Históricamente, la relación de Egipto con el cine es muy estrecha, desde que a finales del siglo XIX se comenzaran a filmar y proyectar películas de los hermanos Lumière poco más tarde que en Francia. No sólo la producción de películas extranjeras ha sido abundante (como se puede comprobar en la infinidad de aventuras con las pirámides de telón de fondo), también hay una interesante cantidad de producto nacional, sobre todo en torno a la década de los 60, lo que no quiere decir que no haya buenos realizadores en la actualidad, y como ejemplo pongo a Mohamed Diab, director de la película de hoy: ‘El Cairo 678’. Lo que significa es que el número de trabajos no es tan abundante como en épocas anteriores; directores como el citado, en otra época llevarían muchas más películas, pero en su caso, sólo ha dirigido esta (aunque ha escrito un considerable número de guiones), y esperemos que nos deleite con más trabajos en un futuro, ya que todavía la juventud circula por sus venas y tiene un largo camino cinematográfico por recorrer.  

Viendo esta propuesta, los clichés sobre Egipto que están en las mentes de quienes no hemos viajado a ese atrayente y misterioso país caen rápidamente, sobre todo cuando las gigantescas pirámides eclipsan nuestra visión casi iconográfica de Egipto y se nos muestra un día a día menos ideal y más cercano a lo que vivimos en cualquier otro lugar.

Lamentablemente, los aspectos más universales de ‘El Cairo 678’ son negativos y tienen que ver con la sensación de vulnerabilidad, de indefensión. En esta película se centra en las mujeres en un mundo dirigido (a modo dictatorial) por hombres, y la situación tan frágil en que se encuentran a la hora de poder enfrentarse a cualquier problema. El agobio que viven estos personajes, bien podría ser el que sufren los niños en determinados lugares en que son explotados, o el que ciertos extranjeros viven cuando llegan a un país desconocido en el que tienen que buscarse la vida; por lo que, aunque no seamos mujeres, no es difícil comprender sus sentimientos y su forma de reaccionar ante tales injusticias.

Destacan el coraje y el valor que las protagonistas demuestran con sus decisiones, al tener que desafiar tanto a la sociedad como a sus seres más cercanos, que se ven completamente influenciados por la cultura y la tradición (palabras preciosas que, utilizadas en determinados contextos, pueden convertirse en odiosas).

La fotografía no es lo más destacable, aunque tiene algunos momentos brillantes. Y el movimiento de la cámara, aunque aporta su parte de realismo, es excesivo a lo largo de todo el metraje. Eso sí, está realizado con una gran cantidad de planos, muy valorable en cuanto a la ejecución del rodaje y del montaje, pues los cambios de puntos de vista se entrecruzan sin causar estrés visual en el espectador.

En el aspecto sonoro, la composición funciona bastante mejor, pues el acompañamiento musical es acertado en todo momento, con silencios largos cuando se necesitan.

En general, se puede concluir que los aspectos técnicos no son los que le otorgan a esta cinta su gran valor, más bien, ese valor recae en el guión, en la dirección y, por supuesto, en las interpretaciones de un elenco a la altura de la historia.

El guión está magníficamente elaborado, no ya por el hecho de plantear tres historias de personas completamente diferentes que se entrecruzan (que viene siendo muy habitual y atractivo en el cine), sino por el modo en que se tejen esos personajes y se relacionan entre ellos, llegando a tener conexiones casi almodovarianas (disculpen la licencia).

Tres mujeres con tres historias distintas pero con un nexo común: el acoso sexual y la posición de poder del hombre con respecto a la mujer. Una madre de familia a la que tocan todos los días (sin falta) en el autobús y cuyo marido culpa por gastar el dinero en taxis cuando ella se cansa de aguantar ese constante abuso. Una agitadora que promueve la autodefensa de las mujeres y cuyo trauma nace de una desafortunada experiencia con un grupo de hombres en un partido de fútbol. Y una joven teleoperadora que, además de tener que soportar los comentarios telefónicos de hombres excitados, sufre un episodio callejero con un conductor que arremete contra ella, con la posterior denuncia y la historia social y familiar que conlleva. Aunque se presentan por separado, pronto se teje la red que une a los personajes, añadiendo la figura del amable inspector de policía que se hace cargo de una investigación que tiene a las tres mujeres como objetivo final.

Pese a que se trata de una película que trata el punto de vista femenino y sus protagonistas son mujeres, es importantísimo el lugar que tienen los personajes masculinos, pues son los que terminan de construir la situación global: el comportamiento de las parejas de las tres mujeres es decisivo a la hora de entender el porqué de las situaciones y de las reacciones. Por supuesto, un personaje que aporta un nuevo punto de vista y que da una esperanza a la figura masculina es la del inspector, que logra entenderlas y empatizar con ellas, tratando de facilitarles el camino.

Se trata de una película llena de esperanza; presenta una terrible realidad (no olvidemos que está basada en sucesos que han ocurrido), pero eso no impide que en el fondo se quiera aportar un cierto carácter optimista (aunque a priori no lo parezca, la predisposición del policía o la relación entre las protagonistas hablan de que no todo es negativo en un mundo totalmente injusto). El público que puede valorar este trabajo es el que se fije en las complejidades de las relaciones de personas, las historias de lucha, coraje y que quieren cambiar las injusticias.