
Sarcófago etrusco. Museo del Louvre - Paris
Otros autores como Posidonio, también dan una imagen sesgada, criticando el sibaritismo y el desenfrenado estilo de vida de los etruscos, así como la costumbre de estar echado con las mujeres bajo una misma “manta” durante las comidas. También parece que las criadas andaban desnudas, al menos hasta que llegaban a la madurez. Relatos como estos nada halagüeños, crearon el prejuicio que griegos y romanos tenían sobre los etruscos.Sin embargo, parece que estas opiniones de los griegos son sin duda exageradas, para empezar si miramos las pinturas sepulcrales de las tumbas etruscas en efecto vemos mujeres comiendo junto a los hombres, la verdad es que podría tratarse perfectamente de un matrimonio (cosa algo incompresible para un griego ya que ellos comían a parte de sus mujeres). En cuanto al reproche de un amor excesivamente libre (eso de elegir pareja al azar...) no parece muy sostenible, ya que las innumerables inscripciones sepulcrales, muchas de ellas verdaderos árboles genealógicos, parecen obsesionadas con el linaje y la procedencia familiar. La estructura interna de las tumbas etruscas también incide en la obsesión por la organización familiar, con una diferencia importante con respecto a Roma y Grecia: la mujer yace junto a su marido en pie de igualdad, y tiene un asiento propio en el vestíbulo de la tumba, que venía a ser una reproducción de la casa. Tal vez podríamos concluir que la mujer etrusca -a diferencia de la romana- participaba en las recepciones y en las conversaciones oficiales del señor de la casa. Por lo menos en su propia casa parece que las mujeres etruscas mandaban tanto como su marido. Más pruebas el respeto etrusco por la mujer: Al igual que todo varón etrusco la mujer poseía un praenomen propio (Clelia, Ati, Larthia,...) y no era simplemente como entre los romanos una “claudia”, una “fabia” o una “sabina”. Además como escribe el gran novelista de ficción Tito Livio: a la mujer etrusca le gustaba salir de casa y no la sonrojaban las miradas de los hombres a diferencia de la mojigatería que exhiben los romanos republicanos. Incluso según Livio participaba activamente en política, aunque quizá fuera más respecto a lo dicho antes sobre la participación en charlas sobre política con sus maridos.BIBLIOGRAFÍA- M. Guttentag / P. Secord (1983): Too many women? The sex ratio question, Sage: Beverly Hills, CA.