Revista Cultura y Ocio

La mujer helada. Annie Ernaux

Por Mientrasleo @MientrasleoS
La mujer helada. Annie Ernaux
     "Mujeres frágiles y vaporosas, hadas de manos suaves, pequeñas auras de sus casas a cuyo paso quedo surgen el orden y la belleza, mujeres sin voz, sumisas, por mucho que busque , no veo tantas así en el paisaje de mi infancia. Ni siquiera el modelo inferior, menos distinguido, mas ordinario, las frotadoras de fregaderos limpios como las patena, las cocineras de retales, las que llegan a buscar al niño a la escuela un cuarto de hora antes del timbre, con todas las tareas de la casa ya finiquitadas; las bien organizadas hasta la muerte. Mis mujeres, las mías, vociferaban todas, tenían el cuerpo descuidado, demasiado pesado o demasiado plano, dedos rasposos, caras sin pintar, o, al contrario, maquilladas como puertas, con gruesas manchas rojas en mejillas y labios".
     Sigo las recomendaciones de quienes me parecen afines. No ya en sus gustos, que es casi lo de menos muchas veces, en realidad me interesa más la afinidad en lo que respecta a lo que uno busca en la literatura. A Annie Ernaux llegué gracias a una de estas personas, Marc Peig, colaborador de Un libro al día (imprescindible). Y por eso, hoy traigo a mi estantería virtual, La mujer helada.
     Gusta Ernaux de compartir sus vivencias en su obra y es que la ficción empezó a ser autobiográfica para esta autora que relata, en La mujer helada, su matrimonio. Narrado en primera persona la autora dibuja el mundo en el que una mujer deja de tener significación propia, vive en las calles, juega y sueña para terminar en un matrimonio que nada le aporta y con una maternidad que se aleja diametralmente de lo que ella una vez imaginó. El reloj a ritmo de biberón y la vida como oportunidades que ya no se presentarán son los rasgos característicos de esta novela breve, brevísima, narrada con una belleza que trasciende a lo que dice mediante el cómo lo hace. Ernaux presenta a una mujer que se limita a seguir de forma casi automática, sin ser persona, lobotomizada por una vida que no le da margen de movimiento, autonomía o queja, se congela porque no siente o se congela tal vez por el frío que deja como único rastro la soledad que representa.      Diremos ahora que representa algo que ya no existe, antes de mirar la fecha en la que el  libro fue escrito mientras la palabra autobiográfico nos martillea en la cabeza. Diremos que eso no existe antes de leer el final del libro porque, una vez lleguemos a ello, esa excusa ya no nos sirve.
     La honestidad de una novela no está reñida con la opinión personal sobre lo que en ella se relata. En este caso y sin poner en duda su realidad me ha parecido excesivo el desaliento y relativamente sencilla la solución al caso, y eso ha provocado que luche con sentimientos encontrados frente a la novelita. En cuanto a la prosa, nada que ver, es una verdadera maravilla leer a Ernaux. No solo por la honradez que destilan sus palabras, también por la belleza de la simplicidad sin apenas adornos pero de cuidado vocabulario (aquí hay que agradecerle al traductor también su labor).
     La mujer helada trata de una mujer joven que cae en la ironía. En realidad toda la novelita es una ironía en sí misma ya que de donde se quiere ir es en donde cae. La vida misma. La desmitificación sobre lo que querían las mujeres en un momento en el que su papel venía condicionado por su sexo y el género, en definitiva, como ejecutor. Porque las decisiones, ni siquiera se valora que puedan ser tomadas. Al menos algunas.
     Me ha gustado mucho leer a Ernaux. De hecho ya tengo más libros suyos en casa. Acercáos a sus letras, os va a encantar.      Y vosotros, ¿con qué libro comenzáis la semana?
     Gracias.

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