Tres monólogos. Tres voces. Tres formas de interpretar una historia común de pasión, traición, dolor y felicidad.
En definitiva, las diferentes sensaciones que puede llegar a experimentar el ser humano a lo largo de su vida. Esta maravillosa obra fue concebida por Sándor Márai en los años 40 y comienza con el relato que una mujer hace a su amiga sobre cómo se separó de su marido. Asimismo, la segunda parte profundiza en los motivos que llevaron a un hombre a abandonar a su esposa y, en la tercera y última historia, una mujer de origen humilde cuenta a su amante como conquistó y acabó casándose con un hombre de una clase social más alta.
Durante la lectura de La Mujer Justa, que se disfruta no sólo por ser una obra que ahonda en los sentimientos más cotidianos del ser humano de una manera poco superficial, uno llega a sentirse identificado con la mayoría de estas reflexiones. Los personajes aparecen como marionetas que no logran alcanzar la felicidad, considerada por el autor como un estado elusivo. Son personas de clases cultas y acomodadas que, en pleno periodo de entreguerras en Hungría (principios del siglo veinte), luchan contra la soledad y por encontrar el sentido de sus vidas. Un mundo que aparenta elegancia, pero que rezuma decadencia. Tres seres humanos a los que acabamos conociendo hasta las entrañas y el sentido de la “justicia” que acaba siempre por mantenerse al margen de todo.
Sándor Marái nació en una pequeña localidad del antiguo imperio austrohúngaro, en el seno de una familia burguesa. Acérrimo antifascista, también fue prohibido por el comunismo de su país, con el que discrepaba en sus ansias de buscar siempre la libertad. Es por ello, por lo que no pudo gozar del éxito internacional en vida y su obra no ha sido divulgada hasta la caída del telón de acero. Su prosa, de una vigencia asombrosa, demuestra como debía ser un increíble observador del comportamiento humano y de los problemas y emociones que, inevitablemente, acechan a nuestra existencia.
La adaptación al teatro de “La mujer justa” se estrena en el madrileño Teatro de La Abadía el 16 de febrero y permancerá hasta el 6 de marzo sobre estas tablas.
VANESSA PASCUAL