Los escritores tenemos la perenne necesidad de ella. Esta, a veces, nos deja esperando y esperando tal como Penélope aguardaba por su esposo Odiseo. En otras ocasiones, nos llena de ideas fascinantes pero efímeras, porque cuando se aburre de ayudarnos se esfuma como la espuma del mar. Es una divinidad cruel; pero cuando nos envuelve nuevamente nos olvidamos de eso, y de sus aviesos trucos, para volver a adorarla. En mi caso, la musa literaria y yo tenemos una relación de amor y odio. Me abandona. Me niega su magia poderosa por largas semanas, provocando que observe con ojos frustrados la temida hoja en blanco, haciendo que la injurie en silencio. Mas cuando regresa, me otorga las grandes ideas otra vez. Entonces empiezo a amarla nuevamente como una antigua feligresa griega a las deidades olímpicas. Desde que empecé a incursionar en el mundo de la literatura, al escribir hace siete años mi primera, amada, y aún no publicada novela, nos llevamos así. Podría decir que es un amor rudo, pero amor al fin. Me pregunto de vez en cuando si nosotros mismos la alejamos por nuestro insistente deseo de hallarla. La respuesta a mi cuestionamiento siempre es un dudoso quizá, pues muchos solemos esforzarnos y estresarnos demasiado por tratar de encontrarla. Aquello produce que esta se aleje maliciosamente de nuestras mentes, casi tal como la ninfa Dafne se apartaba del dios Apolo. Es una realidad. Muchos nos dicen que si no pensamos en ella, vendrá sola y sin previo aviso. A mi parecer, basada en mi experiencia, podría ser verdad. Esta reflexión me lo demuestra. Hay que recordar, como expresé hace poco, que la musa literaria es una divinidad caprichosa, así que solo aparecerá cuando no demostremos que la necesitamos. Tenemos que olvidarla aunque sea por poco tiempo y relajarnos. Esto causará que nuestra amada amiga-enemiga se sienta ignorada y nos ciña. Leer, ver una película, oír una anécdota o escuchar música, supongo que también ayuda a que la condenada se acerque. Lo he comprobado de vez en cuando. Muchos escritores tenemos formas diferentes y únicas de llamarla, pero nunca hay que obligarla a llegar a nosotros, porque nos rechazará, y lo digo empíricamente. Mientras más la ignoremos, con el orgullo herido se acercará, hasta cubrirnos con su manto de fabulosas ideas. Por el momento, solo espero que mi inspiración no me abandone de nuevo… Cuéntame, cómo es tu relación con la musa.
Revista Cultura y Ocio
Los escritores tenemos la perenne necesidad de ella. Esta, a veces, nos deja esperando y esperando tal como Penélope aguardaba por su esposo Odiseo. En otras ocasiones, nos llena de ideas fascinantes pero efímeras, porque cuando se aburre de ayudarnos se esfuma como la espuma del mar. Es una divinidad cruel; pero cuando nos envuelve nuevamente nos olvidamos de eso, y de sus aviesos trucos, para volver a adorarla. En mi caso, la musa literaria y yo tenemos una relación de amor y odio. Me abandona. Me niega su magia poderosa por largas semanas, provocando que observe con ojos frustrados la temida hoja en blanco, haciendo que la injurie en silencio. Mas cuando regresa, me otorga las grandes ideas otra vez. Entonces empiezo a amarla nuevamente como una antigua feligresa griega a las deidades olímpicas. Desde que empecé a incursionar en el mundo de la literatura, al escribir hace siete años mi primera, amada, y aún no publicada novela, nos llevamos así. Podría decir que es un amor rudo, pero amor al fin. Me pregunto de vez en cuando si nosotros mismos la alejamos por nuestro insistente deseo de hallarla. La respuesta a mi cuestionamiento siempre es un dudoso quizá, pues muchos solemos esforzarnos y estresarnos demasiado por tratar de encontrarla. Aquello produce que esta se aleje maliciosamente de nuestras mentes, casi tal como la ninfa Dafne se apartaba del dios Apolo. Es una realidad. Muchos nos dicen que si no pensamos en ella, vendrá sola y sin previo aviso. A mi parecer, basada en mi experiencia, podría ser verdad. Esta reflexión me lo demuestra. Hay que recordar, como expresé hace poco, que la musa literaria es una divinidad caprichosa, así que solo aparecerá cuando no demostremos que la necesitamos. Tenemos que olvidarla aunque sea por poco tiempo y relajarnos. Esto causará que nuestra amada amiga-enemiga se sienta ignorada y nos ciña. Leer, ver una película, oír una anécdota o escuchar música, supongo que también ayuda a que la condenada se acerque. Lo he comprobado de vez en cuando. Muchos escritores tenemos formas diferentes y únicas de llamarla, pero nunca hay que obligarla a llegar a nosotros, porque nos rechazará, y lo digo empíricamente. Mientras más la ignoremos, con el orgullo herido se acercará, hasta cubrirnos con su manto de fabulosas ideas. Por el momento, solo espero que mi inspiración no me abandone de nuevo… Cuéntame, cómo es tu relación con la musa.