Revista Opinión

La música balcánica, heredera de los ritmos de la antigua Yugoslavia

Publicado el 02 julio 2020 por Juan Juan Pérez Ventura @ElOrdenMundial

Las fiestas balcánicas se han convertido en eventos habituales en la agenda musical de buena parte de las capitales europeas y latinoamericanas, y los conciertos de Goran Bregović, el artista bosnio más famoso y mayor exponente de la música balcánica, suele colgar el cartel de completo en sus conciertos. Las canciones que suenan en estos eventos tienen como origen la tradición folclórica de los distintos pueblos balcánicos y romaníes. A pesar de que en ocasiones cada pueblo reclame la autoría de alguna de estas canciones populares, como la famosa Kâtibim, en muchas ocasiones es difícil saber con certeza si tienen origen croata, serbio o albanés, o si en realidad surgen de la mezcla de una región tan diversa étnica y culturalmente. 

Pero la música balcánica va mucho más allá. Durante los primeros años de la federación socialista, tras la Segunda Guerra Mundial, el Gobierno de Yugoslavia se esforzó por crear una identidad común que superara las divisiones nacionalistas, un proyecto en el que la música fue una herramienta fundamental. Más tarde, con el resurgimiento de los nacionalismos y la posterior desintegración de Yugoslavia en la década de los noventa, muchos de los grupos musicales se separaron o pasaron a hacer campaña por alguno de los nacionalismos. Con todo, a la que hoy se llama música balcánica es solo una pequeña muestra de lo que se escucha en los países balcánicos.

La búsqueda de una identidad nacional a través de la música

Tras la Segunda Guerra Mundial, el líder socialista yugoslavo Josip Broz Tito proclamó en 1945 la República Federativa Popular de Yugoslavia. Este nuevo Estado pretendía aunar a una multitud de nacionalidades y etnias coexistiendo pacíficamente, para lo que hizo falta construir una identidad yugoslava común, y la música sería una herramienta clave en ese objetivo.

La Yugoslavia de Josip Broz Tito

La mayor parte de la música que se escuchaba a partir de 1945 eran una mezcla de canciones tradicionales de todos los rincones de la República, junto a otras partisanas que hablaban sobre la reconstrucción socialista, la lucha antifascista, la clase obrera o la vida de Tito. Pero también se reforzaron los géneros comunes a todos los pueblos yugoslavos, pues podían ayudar a homogeneizar a Yugoslavia. La música romaní, que fusionaba ritmos orientales y acordeones con músicas yugoslavas e instrumentos como el címbalo, llegó a tener un reconocimiento durante los años de gobierno de Tito. Ello permitió que artistas como Esma Redžepova, conocida como “reina de los gitanos”, llegara a sonar en las radios oficiales, algo muy distinto de lo que ocurría en las vecinas Rumanía o Bulgaria, donde se prohibió al pueblo gitano actuar en público. 

La mayor exaltación de la música y la identidad yugoslavas tenía lugar en el Día de la Juventud, el 25 de mayo, una fiesta nacional que también festejaba el cumpleaños de Tito. Ese día eran habituales canciones como Tito je naše sunce, ‘Tito es nuestro hijo’, con un evidente mensaje personalista: “¡El pueblo, el partido, la juventud, el Ejército! / El sol sonríe temprano en la mañana / porque nuestra juventud lo calienta. / ¿Por qué es tan juguetón el sol? / ¡Cayó en nuestros corazones! / ¡Tito, Tito, Tito es nuestro sol!”. A esta cita tan importante acudían multitud de grupos representando cada uno una música distinta de cada rincón de Yugoslavia. 

Celebración del Día de la Juventud en 1979, con la canción Tito je naše sunce.

El artista más popular durante estos primeros años fue el croata Ivo Robić, famoso no solo en Yugoslavia sino también internacionalmente entre otras cosas por componer la canción Strangers in the night, que más tarde popularizó Frank Sinatra. La ruptura de Yugoslavia con la Unión Soviética en 1948 y su posterior apertura al bloque occidental dieron proyección internacional a artistas como Robić. Y, sobre todo, permitieron que también la música occidental llegara a las radios de Sarajevo o Belgrado, y que Yugoslavia entrara a participar en el concurso de Eurovisión a partir de 1961. 

El yu-mex, los mariachis serbocroatas

La música balcánica, heredera de los ritmos de la antigua YugoslaviaEl yu-mex, el género de rancheras mexicanas interpretadas por yugoslavos, arrasó durante los sesenta. Fuente: La Balcatrina

La independencia que mantuvo Yugoslavia entre el bloque soviético y el occidental provocó un sorprendente fenómeno musical que arrasó en los Balcanes: el yu-mex. Las rancheras y corridos mexicanos llegaron con timidez a los Balcanes en los años cincuenta, pero en los sesenta ya eran un fenómeno imparable. ¿Cómo llegaron artistas yugoslavos a cantar rancheras en serbocroata? Dado que Yugoslavia no podía importar cine soviético por haber cortado las relaciones con la URSS y que el cine de Hollywood, además de ser muy caro, tenía una ideología capitalista que no cuadraba con la retórica socialista yugoslava, había que buscar nuevos mercados.

El cine mexicano sorteaba esos problemas: era bastante más barato y además, muchas de sus películas estaban impregnadas de la retórica de la revolución mexicana de 1910. Así es como la influencia mexicana llegó a Yugoslavia. Las radios yugoslavas empezaron a sintonizar rancheras y corridos mexicanos, y rápidamente los artistas yugoslavos comenzaron a grabar esas mismas canciones en castellano. Más tarde, decidieron decidieron traducirlas al serbocroata o crear sus propias rancheras. En 1960 el yu-mex era imparable y artistas como Slavko Perovic o Nikola Karovic, guitarra en mano y vestidos de mariachis, recorrían Yugoslavia cantando Las Mañanitas. Hasta Tito se declaró un amante del yu-mex. 

La diplomacia cultural, el arma más poderosa de México

“El rock and roll nos mantendrá unidos”

La fiebre ranchera serbocroata pasó de moda a finales de los años sesenta. El pop y el rock se abrían paso con fuerza en Europa y Estados Unidos, y en poco tiempo llegarían también a Yugoslavia. A diferencia de la URSS, Tito sí permitió la entrada del rock occidental en Yugoslavia, y a lo largo de los setenta se celebraron en el país conciertos de los Rolling Stones o Deep Purple. Las autoridades incluso llegaron a ver el rock como un elemento positivo que unía a los pueblos yugoslavos, además de actualizar los repertorios pasados de moda de la Segunda Guerra Mundial. Tanto es así que en la celebración del Día de la Juventud de 1984 el lema fue “el rock and roll nos mantendrá unidos”. Tito había muerto cuatro años antes, en 1980, y ya empezaban a aflorar las divisiones nacionalistas, así que el rock y el pop eran perfectos para representar una nueva cotidianeidad común a todas las repúblicas yugoslavas. 

La diplomacia de las seis cuerdas: rock contra la URSS

Las grandes estrellas del pop yugoslavo fueron Đorđe Marjanović, Indexi, o Bisbez, considerados los Beatles macedonios. Las bandas de rock yugoslavo empezaron a surgir a finales de los setenta, como Pankrti (‘Bastardos’), Zabranjeno pušenje (‘Prohibido fumar’) o Električni orgazam (‘Orgasmo eléctrico’). Algunas de ellas llegaron a hacer música crítica con el régimen socialista, como los polémicos Laibach, a quienes se llegó a prohibir tocar entre 1983 y 1987 por su estética fascista y su nombre, la forma alemana del nombre de la capital eslovena, Liubliana, cuando estaba bajo control del Imperio austriaco. En realidad, lo más escandaloso de este grupo eran sus provocativas actuaciones y sus ácidas críticas a las autoridades yugoslavas y al sistema capitalista.

Este ambiente más abierto también permitió que la banda Azra compusiera en 1981 Poland in my heart apoyando la revolución polaca contra el dominio soviético, un tema que se convirtió en un éxito total. Otros que también dirigieron alguna crítica velada al Gobierno fueron los croatas Prljavo kazalište (‘Teatro sucio’) con letras como la de Sretno dijete (‘Niño feliz’): “Crecí / con películas de guerra de colores, / con frecuentes peleas en la escuela, / con canciones populares llenas de dolor. / ¡Soy un niño muy feliz! / Crecí / con hermosos desfiles militares, / con manifestaciones estudiantiles.”

Aunque si hay un grupo de rock yugoslavo por antonomasia fue Bigelo Dume (‘Botón Blanco’). Esta banda de Sarajevo triunfó con una mezcla de melodías tradicionales folclóricas y rock sinfónico y psicodélico de los setenta. Pese a que fuera de Yugoslavia no llegaron a tener tanto éxito, sí plantaron la semilla para que su guitarrista y compositor, Goran Bregović, se convirtiera posteriormente en una estrella internacional. 

La desintegración de Yugoslavia y la aparición del turbofolk

A finales de los ochenta las repúblicas que componían Yugoslavia empezaron a pedir una mayor descentralización del poder. El auge de los nacionalismos y la crisis de identidad yugoslava eran ya innegables. Curiosamente, como si de un presentimiento se tratara, varias bandas yugoslavas importantes publicaron su último trabajo o se disolvieron en los años previos a la guerra. Faltaban tres años para el inicio del conflicto armado, pero Bigelo Dume ya lo advertía en 1988: “Cuando comience la guerra / ¿qué haremos? ¿Tú y yo, mi bebé? / ¿Nos cubriremos con una manta / y nos besaremos hasta que termine?”. Azra y Zabranjeno Pušenje también colgaron definitivamente sus guitarras en 1988. El rock, música que habían escuchado todos los jóvenes, ya no tenía cabida en una Yugoslavia dividida.

La música balcánica, heredera de los ritmos de la antigua YugoslaviaArkan, uno de los jefes paramilitares serbios más famosos, se casó con la artista de turbofolk más famosa del momento, Ceca. Fuente: Wikimedia

A este embate nacionalista y a la guerra solo sobrevivió un curioso género surgido de manera marginal durante los ochenta: el turbofolk. Mientras las bandas de rock llenaban salas de conciertos, surgió otro estilo que mezclaba pop, música folklórica y sintetizadores para hablar de las miserias de la vida en Yugoslavia y de amores frustrados. El turbofolk estuvo relativamente apartado de la industria musical yugoslava hasta que la cantante bosnia Lepa Brena popularizó el género compitiendo para presentarse a Eurovisión en 1983.

Pero hay un ingrediente que le faltaba al turbofolk para terminar de ser completo: la mafia. A los jefes de los clanes mafiosos y paramilitares serbios como Águilas blancas, Ravna Gora Chetniks o los Tigres de Arkan les encantaba esta música y se hicieron con el negocio de esta particular industria musical. Con la entrada de la mafia, las letras también subieron de tono y empezaron a ser cada vez más explícitas sobre sexo, drogas o la propia mafia. La unión entre mafia y turbofolk terminó de oficializarse en 1995, cuando la cantante de turbofolk más famosa del momento, Ceca, se casó con Željko Ražnatović, conocido como Arkan, el paramilitar y mafioso nacionalista serbio líder de los Tigres de Arkan. La celebración fue retransmitida por televisión como una de los grandes eventos del año. 

Canciones para una guerra

Yugoslavia comenzó a romperse en junio de 1991. Eslovenia y Croacia declararon la independencia, que fue rechazada por el Ejército Popular Yugoslavo, dando lugar a sendos conflictos armados. Un año más tarde comenzaría también la guerra de Bosnia. Buena parte de las bandas que existían de la antigua Yugoslavia se unieron para pedir el fin de los nacionalismos y la violencia. Incluso algunas que se habían disuelto anteriormente, como Bigelo Dume, se reunieron para actuar en conciertos y festivales por la paz. A lo largo de 1991 se organizaron varios, como el Rock for Peace o el Peace in the World – Peace in Our Country de Macedonia. El Yutel for Peace del 28 de julio de 1991 fue sin duda el mayor: 80.000 personas se reunieron en Sarajevo para escuchar a EKV, Goran Bregović o Bajaga i Instruktori, entre otros, para pedir paz. Y un año más tarde, en marzo de 1992, un camión con una formación de artistas bajo el nombre de Rimtutituki recorrió las calles de Sarajevo al ritmo de canciones antibélicas como la famosa Mir brate, Mir (‘Paz, hermano, paz’). 

Vídeo: Rimtutituki tocando Mir brate, mir en Sarajevo, 1992.

Estos conciertos no lograron parar la espiral de violencia, y, de hecho, algunos artistas decidieron tomar parte en el conflicto. En Croacia, el músico Thompson puso banda sonora al nacionalismo croata. La canción dedicada a su pueblo natal, Čavoglave, se convirtió rápidamente en el himno croata durante la guerra. Su figura ha ido siempre acompañada de polémica, acusado de incitar al odio en sus canciones y por la parafernalia fascista que llevan sus seguidores a los conciertos. Aunque esto tampoco impide que sea el artista más famoso y rentable de la Croacia actual.

La contraparte serbia la pusieron Mirko Pajčin o Boro Drljača, que animaban a sus compatriotas con sus letras. Otro de los pilares musicales del nacionalismo serbio fueron las cantantes de turbofolk. A principios de los años noventa el género estaba en pleno auge y Ceca apoyó explícitamente la causa serbia, llegando a ir al frente a animar a los combatientes. Tanto ella como su marido, Arkan, que se destacó como líder paramilitar durante la guerra, se convirtieron en auténticos héroes del nacionalismo serbio. Años más tarde, durante el bombardeo de la OTAN sobre Belgrado en 1999, el líder serbio Slobodan Milošević contrató a Ceca para dar conciertos al aire libre pese a los bombardeos bajo los lemas de “Jódete, Clinton” y “Kosovo es Serbia”. Aunque el turbofolk continúa en la actualidad, su popularidad se resintió con el cambio de siglo: la caída de Milošević en el año 2000 y el asesinato de Arkan ese mismo año marcaron el fin de su época dorada.  

Desintegración y guerras de secesión en Yugoslavia

La balcanización de la música 

La disolución de la antigua Yugoslavia en hasta siete países distintos, conocida como “balcanización”, también tuvo un efecto parecido en la música. Cada pueblo se apropió de algún género musical que en realidad tenía origen otomano, árabe o sefardí y, por lo tanto, era común a todos los pueblos de los Balcanes. Ese fue el caso de la sevdalinka, que se asocia ahora con los bosnios musulmanes, o la tamburitza, cuyo origen se disputan serbios y croatas. Otros géneros que estaban cerca de desaparecer, como la kapla o la ganga, recobraron importancia con el auge nacionalista, en este caso, croata. 

Al mismo tiempo, la música yugoslava se internacionalizaría gracias a Goran Bregović. Cuando Bigelo Dume se disolvió en 1989, su guitarrista y compositor, de padre croata y madre serbia, abandonó el rock y volvió a la música folclórica yugoslava de inspiración gitana. Bregović versionó la canción tradicional romaní Ederlezi en 1988 para la banda sonora de la película del director serbio Emir Kusturica El tiempo de los gitanos (1989), y su éxito inmediato le descubrió que este tipo de música gustaba tanto en esa Yugoslavia en desintegración como en el extranjero. Goran Bregović siguió colaborando con Kusturika, quien posteriormente también formó su propia banda de música balcánica, la Non Smoking Orchestra.

El tándem Bregović-Kusturica proyectó al resto del mundo la música balcánica, las fanfarrias y coros que bebían de las tradiciones gitana y eslava de los Balcanes. A mediados de los 2000, la música balcánica se escuchaba en fiestas de muchas capitales europeas. Desde entonces, otras bandas se han lanzado a recuperar ritmos tradicionales gitanos con grandes fanfarrias, como los rumanos Fanfare Ciocarlia, una banda romaní formada en 1996. También los Slovinski Bal, los bosnios Dubioza Kolectiv, que hacen una mezcla entre folclore bosnio con ska, dub y hip-hop, o incluso bandas de otros países que imitan el estilo balcánico, como los portugueses Kumpania Algazarra. 

El pasado perdido de Yugoslavia y la RDA: la Yugonostalgia y la Ostalgie

Además de estas bandas, se ha dado un paso más en este intento por recuperar la música de las antiguas repúblicas yugoslavas, otra manifestación de la llamada “Yugonostalgia”. Se han celebrado conciertos de grupos ya disueltos como el de Bigelo Dume en 2005, y algunos grupos de los años ochenta que, aunque en su momento no eran especialmente famosos, como Rambo Amadeus, Darkwood Dub, or Hladno Pivo (‘Cerveza Fría’), han ganado popularidad gracias a esta nueva escena yugonostálgica. También desde 2005 han resurgido coros partisanos que recuperan las letras de la época de Tito, y hoy es posible verlos el 25 de mayo, el Día de la Juventud, en Kumrovec, el pueblo natal de Tito, rememorando y cantando algunas de estas canciones. Otros, en cambio, han continuado la tradición de los coros pero dándoles un nuevo significado, como Le Zbor, el primer coro croata feminista, antifascista y compuesto por lesbianas. 

Los Balcanes y sus artistas se adaptan a las influencias de la música internacional mientras desarrollan un estilo de música propio, que se ha popularizado en todo el mundo bajo el nombre de “música balcánica”. Quizás este término no recoja la riqueza y variedad musical de estos países, pero sí apela a la identidad común que comparten los países de la antigua Yugoslavia y otros de la región, que trasciende a los crecientes nacionalismos que la han fragmentado en las últimas décadas.

Un repaso a las canciones mencionadas en este artículo, desde Ivo Robić a Dubioza Kolectiv pasando por Goran Bregović. 

La música balcánica, heredera de los ritmos de la antigua Yugoslavia fue publicado en El Orden Mundial - EOM.


Volver a la Portada de Logo Paperblog