Revista Educación

La Música: el amante perfecto

Por Ferclown
La Música: el amante perfecto.
Es el sentido más agudizado y más desarrollado del ser humano, es el primero que se despierta en el feto materno y el último que desaparece. La música desde que aparece en nuestras vidas continuamente actúa como referente, y como accionador de la mente más emprendedora. El juego de la música permite bucear en el mar de los sentimientos, y de las pasiones más encontradas. Hablamos de música y automáticamente se evoca un recuerdo, una sensación, un sentimiento, un placer. La música es el acompañante perfecto, dentro de un menú, podrá haber determinados platos, postres, entrantes etc, lo que nunca va a faltar es agua, el acompañante que siempre está ahí, para hacer uso de él.
Si la buscamos la encontramos allí donde busquemos y de las formas más variadas y anodinas. Desde que nos levantamos hasta que nos acostamos estamos acompañados de música, de sinfonías más o menos agradables y placenteras que nos acompañan en nuestro vivir diario. Es más sería muy extraño casi por decir imposible imaginarse un día sin música, sin sonidos. Probablemente sería muy díficil vivirlo, nos sentiríamos tal vez como un esquimal en el desierto, aunque si bien es cierto que nunca dejaríamos de estar acompañados por la música, la música del silencio. A veces tan necesario o más que cualquier otro sonido.
Escuchar música nos proporciona una apertura especial, más amplia desde la infancia y más observadora. La audición es el primer sentido que se desarrolla e seno materno. Cuando nacemos a lo primero que reaccinamos es al sonido, y lo primero que aprendemos es a hablar. Aprender música desde pequeños, aprender a solfear y nociones básicas de música nos permite entender mejor nuestro desarrollo y conocimiento y nos une aún más como seres sociales. El aprendizaje y desarrollo musical nos va a permitir conocernos mejor físicamente, no sólo como cantantes o no, sino más bien en cuanto a conocimiento y tomar consciencia de nuestra respiración, tono de voz, timbre, la velocidad de emisión de la palabra, así como el volumen o intensidad de las mismas. No se trata de crear grandes cantantes de cualquier estilo, más bien de la capacidad de emisión de mensajes y de mandatos a través de nuestra voz. Saber comunicarse, tanto con un solo oyente como en público, es ésta una tarea fundamental y necesaria, para todo dirigente o para cualquier conferenciante.
Se puede hablar por tanto del poder de la palabra hablada o cantada, el poder de transmisión de un mensaje sea hablado o cantado, va a depender mucho no sólo de la acción corporal sino también de la acción vocal. Por esto mismo la insistencia de que somos uno, no existe cuerpo separado de mente o viceversa, es un solo conjunto que acciona por igual, si una pieza se queda atascada, retrasa al resto del grupo. Por tanto el poder de la palabra está directamente proporcionado a la coherencia y lógica de nuestra voz con nuestras acciones. De poco o nada sirve un maravilloso orador que no transmita con su cuerpo, y peor aún que no transmita con su mirada, aprovechando que las manos son racionales, es decir su movimiento no viene marcado por pautas dadas, al contrario son impulsos que la mente va dirigiendo. Es urgentemente apremiante saber hablar en público con el cuerpo y la voz. Vamos ser un todo.

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