Bajo el sugerente título de La música invisible. En busca de la armonía de las esferas, el musicólogo y coordinador de la sección de música de ABC Stefano Russomanno presenta su nuevo libro en la editorial Fórcola, un apasionante viaje por sorprendentes y singulares ejemplos musicales de obras y compositores en una pretendida (que no pretenciosa) búsqueda del sustrato invisible y oculto de la música. Y lo hace de una manera didáctica, de estilo sencillo, hasta divulgativo, con alguna que otra concesión a un lenguaje más técnico y especializado musicalmente hablando, o adentrándose en el ámbito astronómico, recurriendo de forma obligada a los pitagóricos, para quienes la música era el principio regulador de todas las cosas en el cosmos.
Russomanno toma como punto de partida una inverosímil noticia sobre el hallazgo de un fragmento de la grandiosa y enigmática Ofrenda musical de Johann Sebastian Bach en los anillos del planeta Saturno por las sondas Voyager en los años 80, y a partir de ahí diseña, a la manera de retales, cada uno de los 21 pequeños capítulos que componen el libro, escrito entre relato y ensayo, precedidos por un preludio y finalizados con un posludio, como guiños a una pieza musical en sí misma. Eslabones de una misma cadena aparentemente no relacionados entre sí pero que remiten continuamente a la obra de Bach persiguiendo el mismo fin: descubrir al lector la música inefable, la que hay que escuchar entre líneas, la que se oculta bien porque el compositor juega con el oyente al gato y al ratón, bien porque le gusta regodearse en los arcanos de lo simbólico.
La magna obra bachiana, culmen de la música para tecla de su época, sirve de excusa a Russomanno para que narre las circunstancias de composición de la partitura, fruto de un capricho improvisatorio del “rey flautista” Federico II de Prusia con el que pareció retar al más venerable y admirado compositor del momento en el arte de la fuga y el contrapunto. El crítico italiano desentraña el carácter esotérico de la obra, diseccionando su estructura formal y lo que es más importante, su carácter simbólico, contando para ello, cuando se exige un argumento de autoridad, con el apoyo de citas de reputados estudios.
A partir de ahí, el lector queda literalmente enganchado e inmerso en una lectura altamente estimulante en la que Russomanno le traslada por múltiples escenarios y lugares, a cada cual más fascinante, a través de los ejemplos musicales presentados (que no son pocos pero que saben a poco). Todos ellos, fruto del corpus de conocimientos y la experiencia musical acumulada de su autor, combinan la rigurosidad y la exactitud de los datos históricos relatados con el jugoso componente personal y vivencial (admirable alquimista de la discografía y de las lecturas científicas) que sazona continuamente el libro y donde el musicólogo nos hace reflexionar, meditar, escuchar, sentir, y sobre todo nos hace aprender y reparar en insólitos detalles y apreciaciones musicales, cuando no nos hace fijar la atención en rincones sonoros inexplorados de la realidad que nos rodea gracias a los acercamientos realizados por ciencias como la etnomusicología, la antropología o la ornitología.
En suma, nos acerca a escuchar aquella música invisible que rige todo el universo, incluidos nosotros mismos, que está muy presente, sonando continuamente, y que a veces parece pasar inadvertida para todos, que no la percibamos ni que nos demos cuenta de que existe. ¿Quizá porque no prestamos la suficiente atención? Como el guía que encabeza la exploración, Russomanno nos ayuda a encontrarla.