Los ritmos del organismo, el latido cardíaco y las ondas cerebrales tienden a sincronizarse al compás de la música que escuchamos.
La música es una importante energía que puede alterar nuestra conciencia. El uso bien entendido de esta energía nos permite eliminar bloqueos y excitaciones nerviosas malsanas, al tiempo que nuestras células pueden adquirir una vibración armónica que origina una mayor sensibilidad, un nivel de percepción diferente. La naturaleza propia de las notas fluyendo derrota a menudo a la razón, sólo hay que dejarse llevar por ese sonido con la mente abierta y tranquila.
La música nos posibilita también acceder directamente a lo que Jung calificó como <<la vida simbólica del inconsciente>>; nos ayuda a dirigir la atención hacia dentro gracias a sus estructuras rítmicas, melódicas o armónicas.
El canto es también otro fenómeno capaz de modificar nuestro estado de ánimo. Por medio del canto nos podemos acercar a un estado elevado de la mente, vacía y fértil a un tiempo, donde el corazón se abra y quede reflejado en las vibraciones que emitimos.
Los sabios de la antigüedad conocían el uso del sonido, sabían que era la llave más poderosa para acceder a estados superiores de conciencia y utilizaban la música como vehículo para viajar a otras realidades donde eran testigos de secretos y leyes cósmicas. Por la mágica influencia de la música, muchos iniciados han llegado a conocer profundas verdades.
Quizá debamos, en pleno siglo XXI, dejar de ser tan artificiales y comenzar a ser más intuitivos; hartos ya de ritmos frenéticos, músicas agresivas y desarmonizadas, empezar a buscar un nuevo modo de relacionarnos con los elementos sonoro-musicales, y hallar en ellos su poder armónico y la posibilidad de entrar en contacto con otros niveles de conciencia.
La música es la única herramienta idónea para contribuir a la obtención de una nueva visión del ser humano y el cosmos.
A través de nuestro oído podemos encontrar el despertar de una nueva conciencia, la aurora del conocimiento espiritual que nos sacará de este valle de lágrimas para lanzarnos a un mundo de mayor realidad, donde la solidaridad y la fraternidad sean moneda de cambio.