Revista Cultura y Ocio

La Música y las Artes Escénicas

Por Fuensanta
La Música y las Artes Escénicas

Carnaval de la Scala de Milán

La música y las Artes Escénicas

La música es utilizada en la mayoría de las culturas en situaciones sociales concretas: en la magia y en la religión, en fiestas y ritos, en el trabajo, en la muerte, en la guerra y en el cortejo. Para cada una de esas situaciones se prevé un tipo de música que no puede cambiarse sin cambiar los significados de la situación. En la cultura occidental se han marcado dichas situaciones y coordinado con un tipo de música que corresponde a los diferentes géneros musicales.

Sin embargo, la cultura occidental ha creado dos situaciones extremas: el concierto, en el que la música sólo sirve al oyente, y la invasión musical de los espacios y ambientes públicos, donde ha perdido todo su valor significativo para convertirse en ruido de fondo. Estos dos casos no impiden, sino que más bien realzan, la relación estrecha de los géneros específicos con las situaciones sociales.

Existe, por tanto, la posibilidad de utilizar la música como signo teatral, pues las funciones prácticas (crear el ambiente, denotar sentimientos colectivos, etc.) están en la música unidas estrechamente a sus funciones simbólicas. En el concierto, sin embargo, encontramos solamente las funciones simbólicas: una marcha fúnebre, por ejemplo, no es lo mismo interpretada en un concierto que en un funeral, como no es lo mismo tampoco si se interpreta en una representación teatral.

Los griegos crearon dos mitos acerca de la invención de la música por los dioses. En el primero, Atenea inventó la música para expresar el dolor de la hermana de Medusa, es decir, como expresión de sentimientos humanos. En el segundo, Hermes creó la lira a partir del caparazón de una tortuga, como resonador del mundo, como el sonido perceptible de la armonía universal. Este segundo mito ha sido el más apreciado por los teóricos hasta el siglo XIX, en que se definió y comprendió la música casi exclusivamente como expresión de sentimientos humanos. Es evidente que en el caso del primer mito se habla de la música absoluta, como significado en sí mismo.

Una clasificación de los significados de la música tendría que diferenciar entre:

  1. Los que aluden al espacio y al movimiento.
  2. Los que indican objetos y sucesos en un lugar.
  3. Los que aluden al carácter, al estado de ánimo, a las emociones.
  4. Los que representan y se refieren a una idea.

Los significados se originan dentro de códigos culturales concretos, y más aún cuando se refieren a ideas, es decir, sus valores pueden variar de una cultura a otra. Para los occidentales los tonos agudos son claros, alegres, vitales, mientras que los graves indican tristeza, oscuridad, caso que se invierte en el caso de la música árabe o hebrea. Los valores significados pueden variar incluso para grupos distintos dentro del mismo ámbito cultural. Además tienen la particularidad de ser imprecisos, indefinidos; se aprecian vagamente y apenas pueden precisarse.

La música en el teatro nunca se realiza como música absoluta, sino siempre con funciones relativas al contexto de los demás signos; adopta funciones simbólicas limitadas al teatro. En este sentido tiene dos posibilidades:

  • Música creada por el actor-como canto-como música instrumental
  • Música creada por una orquesta, en un foso, o fuera de escena por medios técnicos.

El canto del actor denota en el teatro hablado o dramático, el canto del personaje que representa, y en el teatro musical una forma de habla especial del personaje. En la ópera, por ejemplo, el canto sustituye los modos de expresión paralingüísticos (gestuales, mímicos, de entonación, etc.) del personaje; ésta es la principal diferencia entre el teatro dramático y la ópera.

Los signos musicales del canto crean significados que indican el carácter, el estado de ánimo y los sentimientos del personaje, y se interpretan también como signos de su posición en el espacio y de sus movimientos. La función esencial del canto se define como expresión del sentimiento humano. Mientras que en la ópera el canto pertenece a la definición del género y no es, por tanto, portador de significado, en el teatro dramático se valora como tal, puesto que un personaje cante se interpreta como un estado momentáneo de ánimo, o en relación a una situación social.

Los signos musicales producidos por una orquesta o por medios técnicos fuera del escenario tienen distinto significado, relativo en primer lugar al espacio. Puede remitir a movimientos de objetos y personas, por medio de motivos dominantes (leit motiv), de onomatopeyas o de otros medios simbólicos.

Pueden caracterizar el lugar: música religiosa, música popular, de diferentes países, etc. También es capaz la música de interpretar el tiempo: música barroca, medieval, pop, electrónica, etc., para referirnos a tiempos pasados o al presente, e incluso a un futuro. Y puede aplicarse a una situación o acción: remite a fenómenos naturales o procesos sociales. Las funciones prácticas de la música se convierten en simbólicas. Los géneros musicales como signos teatrales dan a entender secuencias y conjuntos de acciones y remiten a situaciones sociales.

La música, tanto producida por una orquesta como por medios técnicos, puede interpretarse como un signo del personaje, como signo de su personalidad completa, incluso en su ausencia. Del mismo modo, indica sus movimientos, de modo que se asimila a signos gestuales y de desplazamiento, a los cuales potencia, apoya y a veces contradice.

Esta estrecha relación entre signos musicales y gestuales y de movimiento establece un género teatral específico: el ballet, o sea, el teatro danzado. En el caso del ballet la relación entre música y movimiento es portadora dominante de significado. Música y movimiento forman una unidad.

En todos los géneros teatrales se puede utilizar la música como signo, pero no es un elemento constituyente esencial (excepto en los géneros musicales y en el ballet, donde es parte esencial del código y su constituyente específico), pues el proceso teatral se puede llevar a cabo sin signos musicales.

En todas las culturas antiguas el teatro nació unido a la música y en ellas era constituyente esencial, pero en la cultura europea pos-clásica se desarrolló preferentemente como teatro hablado, de modo que la música se convirtió en elemento no esencial; esto condujo a la fundación de un género teatral musical específico, la ópera. En la ópera se constituye un código teatral especial, que se refiere sobre todo a los signos mímicos, imposibles de realizar mientras se canta; estos signos son sustituidos por la propia expresión musical, los movimientos y gestos, e incluso por códigos visuales ajenos al actor.

En los códigos teatrales de las vanguardias primeras del siglo XX la música cobró una posición muy relevante. Los primeros vanguardistas, que buscaban el llamado teatro “teatral”, el teatro en esencia, más cercano a la presentación que a la representación, en contra del realismo y del naturalismo, les pareció posible esta creación a través de la música. Tanto Craig, como Appia o Meyerhold estaban convencidos de que la base de la teatralidad estaba en el redescubrimiento de la música,


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