Cuando en una oportunidad le preguntaron al genio de Bonn, Ludwig Van Beethoven, qué era la música, él respondió: “La música es una revelación más alta que la ciencia o la Filosofía”. Siglos antes, Platón, el gran filósofo griego, decía que: “La música es un arte educativo por excelencia, se inserta en el alma y la forma en la virtud”. Es decir, son muchos y diferentes los conceptos que se tienen sobre la música, pero sabido es que este maravilloso arte fue sometido a una constante reflexión filosófica por grandes pensadores; lo que nos permite deducir que la expresión musical se halla vinculada a la Filosofía desde sus inicios, ya que se trata de un arte que el hombre asoció con el origen del Universo..
Por Arturo Hernández Chávez
Tradicionalmente se asocian los orígenes del aspecto teórico musical con aspectos filosóficos, siendo Pitágoras, S. VI A.C., quien elaboró una concepción musical que le llevó a entender la escala musical como un elemento estructural del Cosmos; dándole a este arte una categoría a la vez científica y metafísica.
Muchos siglos después Robert Fludd, un importante físico, músico, alquimista y astrónomo inglés, basándose en las teorías pitagóricas sobre el origen de la música, dijo que ésta no fue una invención de los hombres, sino del Creador del mundo, quien hizo que los orbes celestes giraran en armonía, estableciendo la llamada “Armonía de las Esferas”; teoría que Pitágoras había defendido para demostrar que cada planeta producía una nota en el espacio y que todo en la música obedecía a un fundamento numérico. Pitágoras tenía la convicción de que el Cosmos y el alma estaban ligados a las mismas proporciones numéricas de la armonía.
Pero no se piense que la Filosofía y la Música comenzaron a emparejarse en la Grecia clásica; pues el mismo Pitágoras formuló algunos de sus principios basándose en las anteriores doctrinas de los sacerdotes – músicos egipcios y de las escuelas mesopotámicas; quienes unieron música y pensamiento para crear un lenguaje capaz de comunicarse con los dioses; igual caso se da en el arte oriental, el filósofo chino Lu Chi (S. III – IV), indicó que el hombre sólo podía adentrarse en la Filosofía con la ayuda de la música y definió al ser “Como un sonido que surge del profundo silencio”.
Durante el Renacimiento, etapa en la que Galileo formuló numerosas teorías filosófico– musicales, los pensadores hacían figurar la música como tema muy importante en sus investigaciones. Por otra parte el pensamiento platónico se mantenía vigente; Erasmo, admirador del filósofo griego, estaba convencido, como todo humanista, del valor ético de la música.
En el mundo moderno el filósofo latino Boecio decía que “cualquiera que llega al fondo de sí mismo, sabe lo que es la música”; de igual manera es importante el pensamiento de Ramón Llull (S. XIII), quien a pesar de entender la música como ciencia, advirtió que su matemática atiende a una consideración filosófica, que pretende aunar desde el sonido, varias notas para alcanzar un solo fin: la percepción clara del interior humano. Sin embargo en el transcurso del S.XVII y XVIII, la Filosofía y la Teoría Musical fueron separándose y sistematizándose.
Posteriormente los análisis filosóficos y musicales presentaron cada vez mayores divergencias; el insigne músico y teórico Jean – Philippe Rameau ligó en su “Tratado de Armonía”, el arte a la razón. Poco tiempo después los enciclopedistas emitieron su pensamiento en torno a los aspectos musicales, a los cuales Rousseau otorgó un papel casi estrictamente sensitivo, lo mismo que Voltaire y definió la música como imitación de la naturaleza.
En 1790 cuando Kant presentó la parte tercera de su “Crítica”, se convirtió en el primer filósofo moderno que concibió su teoría estética como parte integrante de un sistema filosófico. Su juicio le llevó a catalogar la música como forma y a entenderla como una expresión sublime de la razón; teoría en la cual se inspiró Schiller (autor de la “Oda a la Alegría”, que Beethoven incluyó en la parte coral de su Novena Sinfonía), mientras que Hegel en las primeras décadas del S. XIX tuvo la convicción de que lo material se espiritualiza en el arte y que por consiguiente el sonido se hace exaltación en la música.
El sentido indefinido de las formas musicales, su relación con los movimientos más recónditos del alma y su poder ilimitado de sugestión (por esto está negada en el Freudismo), llevaron a la música a una posición privilegiada no sólo entre las demás artes, sino también en los otros medios de conocimiento.
Después de estas reflexiones pienso que se podrá entender mejor el mensaje de La Quinta, La Novena Sinfonía y la extraordinaria Misa Solemne de Beethoven, la Sinfonía Dante de Liszt, Así habló Zaratustra de R. Strauss, el Requiem de Mozart, La Creación de Haydn, La Pasión Según San Mateo de Bach, El Mesías de Haendel, las óperas de Wagner y muchos otros monumentos musicales, fruto del pensamiento y la razón que han dejado los grandes maestros.
Para concluir cito a Santo Tomás (S.XIII), quien dijo que la música es “la más noble de las ciencias humanas; cada uno debe procurar aprenderla con preferencia a las demás, ocupa el primer lugar entre las artes liberales”.
Arturo Hernández Chávez