¿Alguna vez te has detenido al escuchar una canción que te recuerda un momento especial de tu vida?
Todos tenemos una canción especial (o varias), esa que nos recuerda un viaje, un momento de nuestra infancia, con la que nos despedimos de alguien o la que elegimos para nuestro bebé cuando venía en camino.
De la combinación de sonidos organizados tonal y rítmicamente surge la melodía. La melodía es considerada el corazón de la música, y curiosamente, es la que incide con mayor fuerza en nuestra parte afectiva.
Escuchar una canción produce cambios en nuestro estado fisiológico, esto sucede debido a que en el cerebro se liberan endorfinas y disminuye el cortisol.
Convivimos con la música en todo momento. La escuchamos desde la cuna e incluso durante la gestación. Nos acompaña en lo más representativo, despierta emociones, recuerdos, sentimientos, inclusive de manera compartida en conciertos, fiestas o deportes.
En el ser humano existe la capacidad de responder a las melodías, incluso antes que la comunicación verbal.
La música brinda un beneficio personal, nos ayuda a armonizar el estado de ánimo (a veces, de manera más eficaz que las palabras), debido a que la melodía despierta una conexión más emocional que el lenguaje. Por ello no es extraño que muchas terapias recurran a este recurso.
De acuerdo a Facundo Manes, la música y la humanidad tienen una coexistencia evolutiva. Una de las hipótesis postula que la razón por la que se desarrolló la música es para ayudarnos a todos a movernos juntos. La razón evolutiva ante esta, sería que cuando la gente se mueve al unísono tiende a actuar de forma más altruista y estar más unida. La melodía despierta en las personas el amor, se abre el corazón y reaccionamos con afecto.
La base de todas las melodías es la escala musical (sonidos del más grave al más agudo) esta sucesión sonora es la que define muchas de las sensaciones que transmite la música: tranquilidad, dulzura, diversión o desagrado. A través de esta se define la época, procedencia y legado cultural.
Y es por ello que la música es parte de la historia de la humanidad, en todas las culturas se ha utilizado para celebrar, para motivar a los guerreros, para despedir a un ser querido, para transmitir costumbres y también para acercarse a deidades.
La música también nos conecta con nuestra parte espiritual.
La música está considerada entre los elementos que causan más placer en la vida (se relaciona a la liberación de dopamina en el cerebro) tiene la bondad de que se puede hacer con el cuerpo, con objetos o solamente con sonidos vocales como la Haka de Nueva Zelanda.
Estudios de neuroimagen, muestran que al escuchar música se estimulan conexiones en una amplia franja de regiones cerebrales, normalmente involucradas con la emoción, la sensación, el movimiento y la cognición. La neurociencia avala que el aprendizaje de música beneficia el desarrollo cerebral y optimiza los resultados académicos. Esta íntima relación entre la música y el aprendizaje resulta cada vez más significativa.
=Lectura recomendada: incrementar la atención a través del arte =
En nuestra banda sonora musical archivamos emociones y recuerdos. Las melodías de nuestra vida estimulan la memoria, el lenguaje, la atención, las habilidades cognitivas. Emocionalmente mejoran nuestro ánimo, la autoestima y las relaciones con otros.
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