La naranja mecánica (1962) es un clásico de ciencia ficción que hay que leer alguna vez en la vida. Gracias a la película que hizo Stanley Kubrick en 1972, esta obra se hizo mundialmente conocida por su exagerada violencia y curiosa estética. Curiosamente, su autor Anthony Burgess (1917- 1993) se lamentaba de que fuera su obra más conocida, ya que había escrito numerosas obras de otros géneros como ensayos de Joyce o novelas contemporáneas, así como también fue compositor de música de cámara y educador en Gran Bretaña y Malasia entre 1946 y 1960.
Otro dato importante a destacar, es que la obra "original" contaba con veintiún capítulos, donde el último capítulo es de vital importancia para el desenlace de la historia. Sin embargo, tanto la edición norteamericana como la película de Kubrick se quedan sólo con veinte, dejándola a medias (consideración que sólo pueden hacer los lectores de la otra parte del mundo).
Mucho se ha divagado sobre el origen del título, pero en palabras de propio Burgess: "Utilizo la expresión La naranja mecánica para referirme a la aplicación de una moralidad mecánica a un organismo vivo que rebosa de jugo y dulzura." Y efectivamente, cuando uno acaba de leer el libro entiende el significado, el cual, está ligado al dilema moral principal que nos plantea.
Pero vayamos por partes. La historia nos sitúa en Gran Bretaña, en un futuro totalitario y atemporal. Alex, el protagonista de la historia, nos cuenta en primera persona sus malevólas hazañas. Amante de la música clásica, sobre todo de Beethoven, frecuenta un bar donde con sus drugos (amigos) toman leche anfetamínica para luego salir a la noche y cometer toda clase de maldades, ya sean palizas, robos, violaciones o lo que surga. Resumiendo, Alex y su banda son una pandilla de adolescentes amantes de la ultraviolencia y parece que nada les puede detener. Pero una noche, después de asaltar la morada de una anciana, Alex es detenido por la policía y enviado a la cárcel. Allí parece que abraza el catolicismo, y digo "parece" por que lo único que quiere Alex es poner esa música clásica que a él tanto le gusta. Pero a partir de ciertos sucesos que se dan dentro de la cárcel, Alex es elegido como conejillo de indias para probar por primera vez en humanos el experimento Ludovico, el cual consiste en una técnica revolucionaria en el que el sujeto es expuesto a grandes dosis de violencia como si fuera una terapia de choque. El sujeto acabará asociando la violencia con un malestar físico (malestar consecuencia de una inyección previamente suministrada). Es en definitiva, el famoso estímulo-respuesta de Paulov. Después de dos semanas de intensas sesiones, parece que Alex es otra persona. Nada de violencia, nada de pegar o torturar. El Gobierno se frota las manos ante los resultados de este novedoso experimento y Alex es devuelto a la sociedad como un ciudadano ejemplar fruto de una terapia de dudoso proceder desde el punto de vista moral. Según la versión norteamericana y la película, Alex no se rehabilita. Mientras que la edición de los 21 capítulos, la que prefiere el autor, sí. De hecho, que el propio Burgess apostara por la reinserción tiene su historia: Se cuenta que en 1959, al autor se le diagnosticó erróneamente un cáncer terminal. Por lo que se puso a escribir como un loco para mantener a su futura viuda. En este período, escribió cinco novelas del tirón y tan sólo tardo tres semanas en escribir La naranja mecánica. Parte de los hechos que se dan en el libro están inspirados en su propia vida, cuando su primera mujer, Lynne, entonces embarazada (más tarde abortó), fue asaltada y violada por un grupo de soldados estadounidenses de la que volvía a casa. Este hecho, como es natural, marcó al autor y a Lynne.
El debate que se plantea es el siguiente: ¿Es legítimo obligar a un ser humano a ser buena persona usando la violencia? En realidad, la historia gira en torno al poder de la elección que todos tenemos. En palabras de Burgess: “La maldad tiene que existir junto a la bondad para que pueda darse esa elección moral. La vida se sostiene gracias a la enconada oposición de entidades morales.”
Otro tema secundario de la historia es el sentimiento de pertenencia a un grupo, propio de los adolescentes y cómo ese grupo se va desintegrando a lo largo del tiempo debido a eso que llaman madurez.
El libro está escrito en una jerga ficticia que hablan los jóvenes protagonistas, el Nadsat. Son palabras sueltas derivadas del ruso y otras inventadas del autor. Al final del libro, suelen traer los significados de las palabras, que son muchas. Yo como buena monguer, no me percaté de la existencia del diccionario/traductor Nadsat- Castellano hasta que llegué al final del libro. Algunas palabras, a base de leerlas en diferentes contextos, puedes sacar el significado, pero hay otras que no. Al principio debo reconocer que no me convencía este estilo de jerga inventada, pero luego te vas acostumbrando. Y luego ya compruebas que es un elemento fundamental de la obra para que La naranja mecánica sea tan auténtica. Hay que reconocer que, además de la jerga, Burgess nos lleva a un mundo totalmente ficticio pero muy kitch, el cual es bastante exagerado en la película de Kubrick. Yo vi la película hace muchos años, pero no me acuerdo de nada. Ahora, tendré que verla de nuevo, aunque me parece que me quedaré con la novela. Tengo la impresión de que a la película se le escaparán cosas, sin olvidarnos del detalle importantísimo del último capítulo. Como dato curioso, Kubrick pidió a los grandes estudios que dejasen de emitir la película por que había recibido amenazas de muerte y habían empezado a sucederse en Gran Bretaña, oleadas de violencia inspiradas en la película. De esta manera, La naranja mecánica no se emitió en cines hasta después del fallecimiento de Kubrick.
Es un libro que me ha impactado. Es rompedor y muy original. Pero los pasajes de violencia extrema me resultaron bastante turbios, difíciles de leer. Y el tema de la reinserción social nunca pasa de moda. Yo ni tan siquiera puedo decir 100% segura que creo en la reinserción. Es un tema que da para mucho y que nunca pasará de moda. Por que al igual que existe el bien, existe el mal. Filosofía de la vida.
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Me despido con las primeras líneas de la obra, las cuales me parecen prometedoras a más no poder y una entrevista que se le hizo al autor en 1989.
“Estábamos yo, Alex, y mis tres drugos, Pete, Georgie y el Lerdo, que realmente era lerdo, sentados en el bar lácteo Korova, exprimiéndonos los rasudoques y decidiendo qué podríamos hacer esa noche, en un invierno oscuro, helado y bastardo aunque seco.”