"El 25 de marzo tuvo lugar en San Petersburgo un insólito suceso. Un barbero de la avenida Voznesenki, Iván Yákovlevich- se desconoce su apellido, el cual se había borrado y nadie se había molestado en volver a grabar sobre el rótulo del señor con la mejilla enjabonada y la leyenda 'También se hacen sangrías'-, el barbero Iván Yákovlevich, decía, se despertó bastante temprano y percibió el olor a pan caliente. Al incorporarse ligeramente en la cama, comprobó que su esposa, una dama bastante respetable a la que le encantaba beber café, sacaba del horno en ese preciso instante el pan recién horneado."
De este modo, con el aroma del pan recién salido del horno, da comienzo la historia en la que no una nariz cualquiera sino la del mayor Kovaliov cobrará especial e inusitado protagonismo. Desde ese 25 de marzo hasta el 7 de abril seremos testigos de la huida y andanzas de la nariz y de las peripecias y angustias del mayor que llegará casi a la desesperación al ver cómo su nariz tiene vida propia, incluso vida social, y cómo llega a usurpar un cargo muy respetable, y lo que es más, superior en relevancia al del propio Kovaliov. El relato se lee con una permanente sonrisa, alguna carcajada, y creciente interés por conocer los derroteros por los que nos llevará Kovaliov y su nariz. Y es que, como lectores, también formamos parte de la fantástica historia y la hacemos real durante las setenta y siete páginas. Además, en la edición de la editorial Gadir el texto, como veis, viene acompañado, muy bien acompañado diría, por las ilustraciones de Esther Saura Múzquiz que complementan estupendamente la lectura. Quienes de vosotros conocéis ya la prosa de Gógol disfrutaréis mucho con este genial relato, sin duda. Y aquellos que todavía no habéis leído nada del autor tenéis en La nariz una estupenda oportunidad de acercaros a su obra.
"- Perdóneme, no alcanzo a comprender qué pretende decirme... Explíquese... (...)
- Bueno, yo... yo, por otra parte, soy mayor. Ando sin nariz y convendrá usted que esto es un indecencia. (...)"