Recientemente, con motivo del festival Veranos de la Villa, que se celebra cada año en Madrid durante estos meses e incluye todo tipo de actividades como conciertos, teatro al aire libre, etc., una de las actividades me llamó la atención: una exhibición de natación sincronizada llamada Dragón, descansa en el lecho marino. Siempre me ha parecido un deporte especialmente bello y llamativo. Porque, ¿no te parece mentira que las “personas normales” tengamos cierta dificultad solo para mantenernos a flote, a base de patalear como posesos, y las nadadoras sincronizadas en cambio hagan todos esos movimientos en el agua sin hacer ningún esfuerzo aparentemente? Es como si fuesen peces o caballitos de mar…
Sin embargo, la descripción del espectáculo en el programa oficial comentaba algo que me llamó la atención por otro motivo: al parecer este no iba a ser un ejercicio de sincronizada al uso. El párrafo dice: “Normalmente, en la competición de natación sincronizada, el jurado penaliza la falta de sonrisa, un mechón fuera de lugar o apoyarse en el fondo de la piscina”. ¿Lo has leído?
La sonrisa de las nadadoras.
Siempre hay un momento de los Simpson para ilustrar cualquier cosa
Y de repente algo chirrió. ¿Sabes de alguna disciplina deportiva en el que se valore la sonrisa de los deportistas? De los deportistas varones, me refiero. Eso me llevó a investigar un poco más sobre este deporte. Debo decir que no he encontrado documentación que diga explícitamente que las nadadoras deben sonreír durante su actuación, ni que la sonrisa es puntuada de manera específica (¿cuantos más dientes, más décimas?). Pero lo que he podido leer claramente apunta a que las sonrisas de las nadadoras son la guinda del pastel: una manera más de impresionar favorablemente al jurado y de mostrarle belleza, gracilidad, elegancia. Debe parecer que estos ejercicios increíblemente complejos y ensayados hasta la extenuación te resultan fáciles. Y es cierto que esas sonrisas y esas caras perfectas transmiten una sensación de perfecta armonía... Pero esto irremediablemente me hizo pensar en cómo a las mujeres, en general, se les pide ese pequeño o gran plus en casi todas las actividades a las que se dedican: sonreír, estar monas, agradar. No basta con hacer bien la grulla, el pino puente o una tortilla de atún: además deben sonreír. La maestría técnica es imprescindible, pero si quieres una buena valoración además debes empaquetarla con celofán y un lacito rosa. Es un fenómeno conocido que a las mujeres, en general, se les pide más amenudo que sonrían. A las deportistas, a las actrices en entrevistas, a las misses (busca en google “concurso mister” y “concurso miss”, y verás que en el primer caso los hombres sonríen más o menos en la mitad de las fotos; en el segundo sonríen todas).
Ponerme a leer sobre esta disciplina, además de hacerme valorar aún más a las nadadoras (¿sabes que ni debajo del agua pueden cerrar los ojos y que las gafas de bucear están prohibidas? ¿Qué se pasan una seis horas al día en el agua, practicando?) y descubrir alguna otra curiosidad significativa, como que llevan maquillaje acuático y una especie de gomina hecha de gelatina, y que junto a la gimnasia rítmica (fuente: www.olympic.org), en el ámbito de las Olimpiadas es la única disciplina exclusivamente femenina. No cuesta mucho ver el paralelismo entre ambas: es una actividad donde la técnica va de la mano de la estética. A Cristiano nadie le va a pedir que sonría mientras chuta un penalti.
Todo esto conecta con la forma en que la cultura, en casi todos los ámbitos, a menudo otorga a la mujer un rol estético: de florero, vamos. Puedes nadar como los salmones o hacer unas acrobacias increíbles, pero todo ello se juzgará bajo el filtro de la mano de la belleza estética que logres imprimirle. Ambas disciplinas deportivas en sí mismas parten de una concepción radicalmente distinta a otras; y es que aquí no se trata de encestar balones o clavar flechas en dianas, cosas cuantificables y medibles de maneras completamente objetivas, sino de crear belleza, y es por ello que no es de extrañar que sean a día de hoy exclusivamente femeninos. En deportes similares, como pueden ser el salto de trampolín o la gimnasia deportiva, desde luego se pide también una cierta elegancia, pero en ellos prima la sobriedad y desde luego nadie está observando si Fulanito sonríe mientras ejecuta el triple salto mortal. Debo reconocer que existe también una gran excepción en el patinaje artístico, donde se busca también la belleza y los hombres se ven también sometidos a un juicio estético, y además pueden llevar ropas con brillitos, lentejuelas y colorines, tabú absoluto cuando se trata de las mallas de un gimnasta deportivo, donde priman las líneas rectas y los colores planos. ¿Es el patinaje la excepción que confirma la regla?
Este hecho de situar a la mujer en un rol estético es algo tan omnipresente en la sociedad que al final llega a ser básicamente invisible: lo damos por hecho. Es posible que alguien, leyendo esta entrada, piense que pretendo destruir uno de los pilares de este deporte (la creación de algo bello y armonioso), y que la sincronizada no sería lo mismo sin sonrisas, peinados y caras perfectas. Y seguramente es cierto, no sería igual. Pero merece la pena, al menos, pararse a reflexionar por qué esta disciplina tiene ese componente que no tienen otras; por qué a diferencia de otros deportes se valoran aspectos que no tienen nada que ver con el desempeño físico, y finalmente por qué la natación sincronizada y la gimnasia rítmica son disciplinas exclusivamente femeninas. En todo caso, las cosas van cambiando: por lo que he visto en las noticias, en los últimos años han empezado a aparecer más niños que desean dedicarse a la gimnasia rítmica (los comentarios a los que se enfrentan por hacer esta actividad “de niña” los ahorro por obvios), y ya en 2009 tuvo lugar la primera edición del Campeonato de España de Gimnasia Rítmica masculina. Así que si todo sigue así supongo que en unos años también tendremos versión masculina en las Olimpiadas. En el caso de la natación sincronizada también al parecer también hay hombres quejándose por su exclusión en los JJJOO, así que de la misma manera todo será cuestión de esperar. Según he leído, en 2015 ya hubo una primera edición de competición mixta en el Campeonatos Mundiales de la FINA (Federación Internacional de Natación), un primer paso importante. Y es que, al igual que feminidad y belleza no tienen por qué ir en el mismo pack, deporte, belleza y masculinidad tampoco tienen por qué ser cosas excluyentes.
Nota: mientras escribía la entrada, leí sobre la reciente muerte de Tina Fuentes, exnadadora y figura clave de la sincronizada española, con solo 34 años. Leo que Tina, además de una deportista brillante, era una chica alegre, independiente y de fuerte personalidad, algo que al parecer chocó con la férrea disciplina de este deporte, al mismo tiempo que la hizo brillar. Sirva esta entrada como un pequeño homenaje más en su recuerdo.