Revista Libros

La naturaleza de un crimen

Publicado el 31 marzo 2010 por Santosdominguez @LecturaLectores
La naturaleza de un crimen
Ford Madox Ford & Joseph Conrad.
La naturaleza de un crimen.
Traducción de Pablo Sauras.
Prólogo de Jordi Doce.
El Olivo Azul. Córdoba, 2010.
Me imagino que ya estarás en Roma. Es muy curioso lo presentes que estáis para mí tanto Roma como tú. Hay un monte al que nunca se te ocurriría ir, y esto es lo curioso… Ayer, al final de la tarde, me encontraba en la cima y te vi llegar caminando desde un lugar situado en la falda del monte. Siempre es mediodía allí: ante el espectador se alzan los siete pilares del Foro, con sus capiteles entrelazados, formando un ángulo recto.
Así comienza La naturaleza de un crimen, la tercera –y última- de las novelas que escribieron en colaboración Joseph Conrad y Ford Madox Ford.
Escrita en primera persona por un temerario hombre de negocios que dirige sus cartas a una mujer casada de la que anda enamorado, es la confesión de un narrador anónimo que anuncia en las primeras líneas una revelación sorprendente y deja el desenlace del relato abierto a la decisión última de la anónima destinataria de esas cartas.
Irónico siempre, cínico a ratos, el narrador explica el motivo de sus cartas confesionales: una malversación de fondos, el despilfarro de una herencia ajena que tenía que administrar. Y lo justifica con esta desenvoltura de precursor: llegará un día en que ya no exista la propiedad: me he adelantado a mi tiempo.
Fue un trabajo alimenticio, un esbozo, pero también una demostración de oficio y de soltura en el manejo de los recursos propios de la novela corta y de la narrativa epistolar.
La traducción de Pablo Sauras para El olivo azul es la primera versión española de una novela corta que se publicó inicialmente en 1909 en la revista The English Review yapareció luego en forma de libro en 1924 con sendos prefacios de los dos autores.
Esos textos preliminares están escritos con una llamativa distancia, no sólo cronológica, sino estética y sobre todo personal. Porque Conrad y Madox Ford apenas se reconocen en esa obra circunstancial, y menos cuando en 1924 habían roto sus relaciones. Incómodos e irónicos, hablan en sus prefacios de este relato como quien sufre la visita de un fantasma, como quien regresa a un lugar que le trae malos recuerdos.
Ambos evitan mencionarse mutuamente y hablan del otro como “mi colaborador”. Y esa es la verdadera novela que ofrece esta edición: la lectura entre líneas de un enconamiento entre dos escritores que habían llegado a escribir juntos tres novelas que ahora no eran más que el resto desagradable de una “calamitosa sociedad”, como llegó a decir Conrad.
Santos Domínguez

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