Recuerdo una vez, estando en la universidad, el barullo que se armó por una polilla, ese pequeño insecto parecido a la mariposa que entró a través de una ventana, provocando gritos de pavor entre las alumnas de primera fila, cual película de terror de Alfred Hitchcock. Estoy convencida de que la polilla estaba mucho más asustada de los gritos que mis compañeras proferían a diestro y siniestro, que ellas mismas de su inesperada e irruptiva presencia. En un momento dado voló hasta la hoja de apuntes que tenía justo encima de mi mesa y se posó allí durante un eterno minuto. Me quedé mirándola, y ella me habló, lo hizo a su manera. Yo le respondí con el pensamiento: “huye lo más rápido que puedas, o acabarás aplastada. Y eso que sólo pasabas por aquí”.
Necesitamos parar, guardar silencio y mirar a nuestro alrededor. La naturaleza es sabia. Nos habla casi todo el tiempo. Pero estamos demasiado ocupados corriendo, sin tiempo, de un lado para otro. Cada vez con más fuerza, la naturaleza nos grita a través del deshielo polar, de la subida del nivel de los ríos y los mares, de la extinción de especies, del cambio climático…nos grita con tanta intensidad como mis compañeras de clase asustadas por la polilla. Debemos pararnos un instante y escuchar, porque la naturaleza tiene vida propia, le sobran argumentos de peso para hacernos reflexionar. No quiere alarmarnos, pero tampoco que miremos hacia otro lado ignorando la realidad, sólo que escuchemos sus argumentos, como la polilla que se paró justo encima de mi hoja de apuntes, y me habló, a su manera lo hizo.
La naturaleza es bella, pura, y nos regala sensaciones de libertad.
Revista 100% Verde
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