La Naturaleza no evoluciona hacia la primacía de los mejores (¿mejores según qué criterio, por otra parte?) La Naturaleza basa su energía en la diversidad. Necesita que unos sean buenos y otros malos, locos, desesperados, deportistas, enfermizos, jorobados, con labio leporino, alegres, tristes, inteligentes, idiotas, egoístas, generosos, pequeños, grandes, negros, amarillos, rojos, blancos… Aprovecha todas las religiones, todas las filosofías, todos los fanatismos, todas las corduras…
El único peligro es que una cualquiera de estas especies sea eliminada por otra. Ya se ha visto que los campos más artificialmente concebidos por el hombre, y compuestos por hermanos gemelos de la mejor cepa (la que necesita menos agua, la que resiste mejor el hielo, la que da el grano más hermoso), morían todos a la vez a la menor enfermedad. Mientras que los campos de maíz silvestres, compuestos por muchas cepas diferentes y cada una de ellas con su propia especificidad, y sus debilidades, y sus anomalías, conseguían encontrar siempre un antídoto para las epidemias.
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La Naturaleza odia la uniformidad y ama la diversidad. Quizás ahí sea donde radica su genio.
Visto en Bernard Werber – Las Hormigas
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