Antonio Skármeta. Escritor chileno
Que el terremoto sea un hábito chileno no nos excusa de decir que este último de la madrugada del sábado es el más estremecedor que he vivido. Escribo en mi estudio de Santiago tras abrirle un hueco a mi ordenador entre los cientos de libros de mi biblioteca derrumbados de los estantes. Escribiendo me alivio un poco de la porfiada monotonía de las informaciones de la televisión que acumulan tragedias sin tregua. Cientos de compatriotas muertos o desaparecidos y la cifra sube sin piedad. El pujante Chile, que destacaba por su modernidad y progreso en América Latina, se le ve gravemente herido. No sé cuántos años tardará la reconstrucción. Este es un país no sólo de delgada forma extravagante, sino también un territorio extremadamente vulnerable. Los cuatro mil kilómetros que separan el punto más alto en el norte del más extremo del sur son igualmente presas propicias para los movimientos telúricos.
Esto fue así, y seguirá siendo así, pues la naturaleza tiene caprichos que los hombres no dominamos. Tras cada catástrofe, con más voluntarismo que lógica, pensamos que acaso sea la última. De hecho, un sismo de esta violencia no ocurría desde hace cincuenta años. Creímos entonces que la tregua de la Madre Tierra era infinita, pero ahora escribimos desde los escombros que provocó su furia. La violencia estalló en plena noche, hacia las cuatro de la mañana del sábado. En Chile es verano y ciento de miles tienen vacaciones en las playas o en los bellos lagos del sur. Las noches de suave brisa y cielo estrellado son propicias para grandes festivales de teatro, o de la canción popular, como el de Viña del Mar, nuestra más conocida ciudad-balneario, que justamente tenía esta semana su fiesta máxima: el Festival de la Canción. Este año la competencia internacional tenía una modalidad distinta debido a que Chile celebra en 2010 el Bicentenario de su Independencia del Reino Español.
Se le encargó al jurado determinar cuál es la más bella canción del mundo de los últimos cincuenta años de muchos países. Algunas son sincopadas, otras románticas, y las hay también conceptuales. Esto permite que Argentina compita con "El día que me quieras" de Gardel y Le Pera, Estados Unidos con "Rock around the clock", el tema de Bill Haley y sus Cometas que nos electrizó hace cinco décadas al final del film de Blake Edwards, "Blackboard Jungle", Inglaterra con "I can't get no satisfaction" y la dulce Italia con el soberbio proyectil hacia el cielo de Modugno: "Volare". España mandó un tema de Mocedades: "Eres tú", que en la versión actual sonaba como una letanía religiosa.
No sé quién ganó porque el multitudinario Festival cerró sus puertas sin una finalísima. La catástrofe terminó anulando todo: conciertos, cines, partidos de fútbol. "Cerrado el país hasta nuevo aviso". Cerrado también el aeropuerto internacional de Santiago. Dicen que por 72 horas. Otros la negocian en 48. Las imágenes que muestra la televisión son calamitosas. Pero el ministro de Obras Públicas asegura que los daños son más bien "cosméticos".
Cosméticos o no, el hecho es que la tragedia pulveriza al menos tres grandes acontecimientos que tenían a Chile como sede. El principal, que prometía brillo a destajo, era el Quinto Congreso de la Lengua Española en Valparaíso. Lo iban a inaugurar los Reyes de España junto a la presidenta Michelle Bachelet. Excelente ocasión para celebrar la vitalidad de la lengua común entre españoles y americanos y además broche de oro para la rubia presidenta que en dos semanas entrega el gobierno tras 20 años de su coalición de Centro-Izquierda al derechista Sebastían Piñera, claro ganador del ballotage en enero ¡Lástima!
Los pocos congresistas que llegaron a Santiago escaparon despavoridos en pijamas de sus cuartos en el hotel, otros que venían en vuelo aterrizaron en Buenos Aires y acaso los más alcanzaron a enterarse del terremoto en sus respectivos países y no emprendieron el viaje.
Inconmensurable tristeza, porque la Real Academia Española, el Instituto Cervantes, las editoriales y medio mundo le tenían e ese encuentro unas ganas locas y apostaron a él con entusiasmo. Incluso alcancé a recibir la deslumbrante "Nueva Gramática de la Lengua Española" que en dos volúmenes se las arregla en mi escritorio para no sucumbir a las frecuentes réplicas del terremoto. Víctima del sismo fue también un precioso primer Congreso de Literatura Infantil y Juvenil que atrajo a cientos de especialistas de España, Brasil e Hispanoamérica al Palacio de Bellas Artes en Santiago. El antiguo edificio hoy padece un escueto cartel escrito a mano: "Cerrado". Sus cornisas se desprendieron y cayeron estruendosas sobre las escalinatas.
Doble lástima, tanto para la saliente presidenta como para el electo nuevo gobernante de la derecha. La primera, porque se merecía un festivo final a su gestión: según las encuestas, abandona el cargo con más de 80% de aprobación popular. Y Sebastián Piñera, que quería partir gobernando con energía arrolladora, va a tener ahora que dedicarse en primer lugar a reparar la cancha donde esperaba deslumbrar con jugadas mundialistas.
Publicado en diario Clarin de Buenos Aires
Una mirada no convencional al neoliberalismo y la globalización