Quería titular este artículo "La estulticia del PP", pero no sé si me iban a entender y no quiero que me malinterpreten -por si alguno llega hasta aquí. Necedad también es un buen término para describir muchas de sus acciones de gobierno o, mejor dicho, de su forma de hacer gobierno, y además creo que les será más asequible. Porque al necio no hay quien lo aparte de su camino, el necio ni escucha ni entiende, solo saber bajar la cabeza y arremeter contra lo que se opone en su trayectoria, y de eso van sobrados los políticos del PP -entre otros, también es cierto. Tener orejas y oír no implica escuchar ni entender, esa es la tragedia de la necedad. ¿Argumentos? A mi entender, argumentos hay de sobras como para dibujar al necio.
Esta semana, sin ir más lejos, el Consejo de Ministros aprobó una Ley sobre la Reforma Universitaria propuesta por el ministro Wert. ¿Con qué apoyos? Por supuesto cuenta con la mayoría del Congreso y del Senado como aval, es decir, del propio PP. El problema viene cuando no hay ningún otro partido, ninguno, que apoye esta reforma, cuando la Conferencia de Rectores de Universidades Españolas la considera inoportuna -por no decir del todo inadecuada- y han llegado a afirmar que la reforma es un "despropósito extemporáneo". El problema es, en definitiva, cuando no he oído ni a una sola agrupación de estudiantes, profesores, empresas o sindicatos que la haya avalado, pero, aún así, Wert está convencido de su bondad y de que la culpa es de los demás. Él diseña la reforma, él la avala y él la implanta, y sin necesidad de escuchar a nadie. Los demás no entienden. De la misma manera, aún tenemos en la memoria la aprobación de la reforma educativa LOMCE, una ley aprobada también con la mayoría del PP, pero criticada por todos los partidos con representación parlamentaria, sindicatos y asociaciones educativas. Otra vez, Wert diseña, avala e implanta embotado en su sordera -intelectual, por supuesto-, aunque el resto de partidos, todos, se haya comprometido por escrito a derogarla en el momento en que cambien las mayorías parlamentarias. También nos acordamos de las reformas introducidas en la justicia por el exministro Gallardón, de las famosas tasas judiciales, de todas aquellas leyes criticadas por el resto de partidos y asociaciones de jueces y fiscales, pero defendidas con la sordera pertinaz del señor ministro. No hablaremos ahora de la pretendida modificación de la ley del aborto, enterrada gracias a que la amenaza de insumisión llegó desde parte de las propias filas del PP. Otra más, la "ley mordaza" del ministro Fernández -Ley de Seguridad Ciudadana-, calificada como una ley retrógrada e incluso antidemocrática y contra la que muchos colectivos profesionales, partidos políticos y sindicatos han levantado su voz inútilmente. Sordera, ésa ha sido la reacción desde las filas del PP. Una última más: más de 60 catedráticos universitarios alzan la voz contra el código penal que quiere aprobar el PP. Reacción del gobierno: sordera y cinismo para defender leyes que una buena parte de la sociedad rechaza y que incluso escandalizan a muchas entidades internacionales.
El necio, por supuesto, nunca aceptará su necedad. Ni tan siquiera será consciente de su estado, es parte de su estulticia. Si es necesario, el necio arremete contra el mundo convencido de su verdad. Y su verdad proviene de una iluminación que posee un carácter sobrenatural o una percepción ininteligible para el resto de los mortales. Por eso, solo son capaces de defenderse con argumentos como "haremos y hacemos lo que tenemos que hacer", o se ayudan de un pretendido "sentido común" que, por supuesto, les pertenece en exclusividad. Estos iluminados que constantemente redefinen el marco de lo aceptable, que retuercen el vocabulario, que manipulan en nombre de una pretendida razón o verdad, son un auténtico peligro para la democracia. ¿Cómo podrá permitir un iluminado con poder que el mundo vaya por un camino que su necedad no entiende? Atentos, porque en nombre del "sentido común" o de valores que retuerce su locura, son capaces de linchar a todo un pueblo.