«El partido de centro liberal no está obligado a elegir entre PP y PSOE. Tampoco, a prescindir de ellos»
El 7 de junio de 2005 se presentaba en Barcelona una plataforma ciudadana impulsada por un reducido grupo de intelectuales (Arcadi Espada, Félix de Azúa, Albert Boadella, Teresa Giménez Barbat, Ana Nuño, Iñaki Ezquerra, Mikel Buesa, Félix Pérez Romera, Xavier Pericay, Ponç Puigdevall, José Vicente Rodríguez Mora, Ferrán Toutain, Carlos Trías, Iván Tubau y Horacio Vázquez Ria) preocupados por la imposición del nacionalismo obligatorio a los catalanes. Fue el embrión de Ciudadanos.
Durante los catorce años transcurridos, especialmente duros y exigentes, y marcados por una policrisis cruel (económica, política, cultural y social) en la que todavía andamos inmersos, el partido que preside Albert Rivera ha vivido una adolescencia convulsa y peligrosa tal y como suele suceder en la maduración biológica (hasta en eso es un acierto su nombre). Energía, ilusión, impulsividad, pasión, precipitación, creatividad, aciertos… y errores.
Ciudadanos debe demostrar su necesaria madurez para no repetir los errores del bipartidismo
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Tras las elecciones, el voto popular ha otorgado a Ciudadanos un papel crucial y relevante en la gobernanza de España. Y debe desempeñarlo. El partido de centro liberal no está obligado a elegir entre PP y PSOE. Tampoco, a prescindir de ellos. A pesar de que ambos son corresponsables del fracaso de la Educación, de la corrupción política, del auge nacionalista y del desafío secesionista, también es cierto que durante cuatro décadas contribuyeron a transformar una España que abandonaba una dictadura en una nación próspera y moderna con una calidad democrática envidiable (para sí la quisieran Bélgica o el Reino Unido). Por ello debe llegar, sin complejos, a acuerdos con unos y otros, con los únicos límites que marque la Constitución
Es ahora cuando Ciudadanos debe demostrar su necesaria madurez. Y tiene todo el crédito para hacerlo. Pero no para repetir los errores del bipartidismo. Lo tiene para tejer, no para zurcir. Para romper bloques, no para sustituirlos. Para que la singularidad no sea un privilegio. Para que el derecho a decidir no signifique derecho a delinquir. En definitiva, para construir, desde la diversidad, una España que mire definitivamente al futuro.
José Simon Gracia
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