Estamos en plena resaca electoral, después de las elecciones más competidas en España desde que recuperamos la democracia. Serán necesarios pactos, pero puede que sean insuficientes para configurar un gobierno estable, ya que la única combinación sencilla que supera la mayoría absoluta es la de los partidos tradicionales, PP y PSOE, y ésta, aunque no imposible, es muy improbable que se produzca. Las otras posibilidades pasan por un gobierno en minoría, que difícilmente agotaría la legislatura, o la convocatoria de nuevas elecciones.
Tras la votación, llega el tiempo del análisis. Mientras los dos componentes del bipartidismo intentan ver el lado positivo de su monumental caída, los emergentes estudian por qué, a pesar de que han irrumpido con una fuerza enorme, no han sido capaces todavía de dar el sorpasso.
Decía el sábado, en todas las claves del #20D, que una de las cuestiones que tenemos pendientes en España es la reforma de la Ley Electoral, para que exista una total (o mayor) proporcionalidad entre los votos obtenidos y los escaños conseguidos. Tal y como se puede ver en ese artículo, la combinación de la Ley D’hondt y las circunscripciones provinciales provocan que se beneficien los partidos mayoritarios (o los que concentran mucho el voto en una zona concreta), en detrimento de los que tienen el voto más disperso a lo largo de toda España.
Escuchaba hoy en la radio a un destacado dirigente bipartidista afirmar que muchos españoles estarían “tirándose de los pelos” por haber votado a un partido emergente en lugar de dar su voto útil a otro partido mayoritario. Sin comentarios. Cada uno vota lo que considera más conveniente o adecuado, y lo que hay que cambiar no es el voto, sino la ley que convierte de manera desproporcionada esos votos en escaños.
La única explicación que he escuchado a favor del mantenimiento del actual sistema (por parte de otro cargo bipartidista) es que así podemos tener diputados que representan a nuestra provincia. No parece un argumento muy contundente, cuando los parlamentarios suelen votar en bloque lo que les ordena su partido, y cuando hay muchos diputados que van en la lista de una provincia aunque no hayan nacido allí.
El sistema proporcional
Lo ideal sería que todos los votos valiesen lo mismo, de manera que el porcentaje de votos coincidiese con el de escaños, lo cual se correspondería en mayor medida con lo expresado por los ciudadanos en las urnas.
¿Cuál hubiera sido el resultado de las elecciones 2015 con un sistema proporcional?
La diferencia habría sido notable. Los dos principales partidos perderían una parte considerable de sus apoyos, ascendiendo sensiblemente Podemos y, en mayor medida, Ciudadanos y Unidad Popular, así como algunos partidos que hoy en día no han obtenido representación, como PACMA o UPyD.
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Pablo Rodríguez es economista.
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Introduce tu mail:Este articulo: La necesaria reforma de la ley electoral, escrito por Pablo Rodriguez, se ha publicado originalmente en Economia Sencilla, y puede ser utilizado bajo las condiciones de una Licencia Creative Commons 3.0 España. Muchas gracias por suscribirte a Economia Sencilla.