Madrid, 7 de marzo de 2012. Miguel Angel Garcia
Años 70, el Cinéma Castillet de Perpiñán era testigo de las colas de españolitos que acudían a ver la prohibidísima y demonizada en España El último tango en Paris. Eran indiferentes a lo artístico de la obra. Solo querían ver a Brando untando mantequilla y escuchar aquellos diálogos procaces.
Hace ya casi 40 años de la provocación de Buñuel y Bertolucci y aquel ansia de libertad, de rebeldía y curiosidad por lo prohibido que embargó a nuestros padres y abuelos, se ha esfumado.