España necesita que exista un partido socialista fuerte y con capacidad de gobernar, pero el actual PSOE está tan degradado, desprestigiado y agotado que necesita una refundación de la que surja un partido con ideas y ética.
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Los españoles van a humillar al PSOE el próximo 20 de noviembre, propinándole la peor derrota desde la muerte de Franco. Hasta es probable que los socialistas caigan por debajo de los 100 diputados, una verdadera debacle electoral, consecuencia del consciente castigo ciudadano por sus traiciones, torpezas, abusos, corrupciones y daños causados a España durante el nefasto periodo de Zapatero.
Pero la humillante derrota socialista que se avecina tiene un objetivo principal que estará presente en la mente de muchos de los que les castigarán en las urnas: obligar al socialismo español a una urgente y profunda renovación, casi una refundación, de la que pueda surgir un nuevo partido que recupere los valores de la izquierda, abandonados y pisoteados por el socialismo de Felipe González y José Luis Rodríguez Zapatero, más concentrado en el control del poder y de sus privilegios que en el bien común y el servicio al ciudadano.
El electorado de centro y el de izquierda no fanatizado ha abandonado al PSOE por muchas razones, entre las que destaca su voluntad de seguir adelante, tercamente, en su ruta errónea y degradada, puesta de manifiesto con la elección como candidato de Rubalcaba, cómplice aventajado de Zapatero y de González en sus peores episodios de corrupción y terrorismo de Estado.
Pero hay más razones: el PSOE ha demostrado no creer en la democracia, a la que ha pervertido y manipulado; ha abandonado la idealogía de izquierdas, sustituyéndola por un culto desordenado al poder y a los privilegios; ha mentido y manipulado hasta la locura, ha gestionado el dinero público de manera abusiva y, a veces, hasta ganstertil; se ha atiborrrado de corrupción; ha corrompido el liderazgo, dejando a un lado valores como la ejemplaridad, el servicio a los ciudadanos y la primacía del bien común.
Pero la victoria aplastante del PP que se producirá el 20 de noviembre no significará el fin de la frustración de los españoles más conscientes, informados y decentes, ya que su lucha tiene como objetivo final cambiar el sistema actual español, antidemocrático, corrupto e injusto. El PP no representa cambio alguno en ese sentido porque es un partido con fe en la partitocracia y que ha demostrado sentirse a gusto en la actual pocilga española. La victoria del PP no constituye avance importante alguno hacia la regeneración.
España necesita un partido de izquierdas que sirva de contrapeso a la derecha y que represente una opción real de gobierno, pero el PSOE que saldrá derrotado de las elecciones de noviembre será un guiñapo tan dañado y destruido que no podrá recuperar el poder durante muchas legislaturas.
Los españoles saben que una partitocracia es mala, que un bipartidismo (PP-PSOE) es todavía peor, pero que lo más sucio y peligroso de todo es que solo exista un partido (PP) con posibilidad de gobernar. Ese dominio de partido único en democracia es lo más parecido a una lamentable y sucia tiranía.
El PSOE derrotado tendrá una oportunidad de oro para regenerarse en el desierto, rodeado de austeridad y desprovisto de las grandes cuotas de poder y de dinero que disfrutó desde la muerte del dictador. Si consigue regenerarse y abrazar de una vez la democracia, eliminando la dictadura interna, abriéndose al verdadero debate libre y sometiendo su estructura de poder a los controles de la sociedad y de la ciudadanía, entonces retornará pronto al poder porque España también necesita una regeneración que cambie el sistema, lo haga más justo y equilibrado y suprima de una vez a esos partidos verticales, arrogantes y nada democráticos, verdaderas fábricas de dirigentes mediocres, autoritarios y corruptos, que hoy dominan el panorama político español.
La regeneración es la única vía que tiene el socialismo en España para volver a gozar de apoyo ciudadano.
Revista Opinión
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