Revista Opinión

La necesidad de crecer para ganar obliga a ceder posiciones

Publicado el 22 octubre 2015 por Manuhermon @manuhermon
Mientras el PSOE viraba suavemente a la izquierda pretendiendo conquistar el terreno socialdemócrata perdido, IU empezó a templarse y Podemos empieza a defender el sistema democrático y a suavizar discursos y propuestas, arrinconando posiciones extremas para defender la socialdemocracia. La necesidad de echar a la derechona y atajar la corrupción e imprimir un cambio de rumbo a la situación, empujará a muchas personas a taparse la nariz, asumiendo que el grupo emita olores no deseados pero considerados como mal menor; todos los que ganan lo hacen así, única forma de sumar fuerzas diversas. A todos nos gustaría mandar a la mierda a mucha gente cercana, socialistas, comunistas, ácratas, verdes, alter,… uno se sentiría bien si entre los miembros de su propia familia pudiera expulsar a algunos, y no hablemos de las ganas de dar una patada en el culo a miembros de otras familias; ganar a la derecha, requiere formar un conglomerado suficientemente grande, así que las puertas de la victoria están plagadas de girones, de cesiones. 
El problema para formar coaliciones, o un gran aglutinador es ¿cuánto ceder? Y determinar un suelo de partida, ¿desde dónde considerar la suma, el mínimo común? Hoy en España para que el PSOE fuera considerado el suelo de partida capaz de sumar la savia nueva que está fuera de él, necesitaría realizar cambios profundos, no solo en su línea como en sus órganos de dirección y militancia, en sus comportamientos opacos y cerrados, previamente debería hacer una limpia por todos sus estamentos, de corruptos e indecentes, de aprovechados e inútiles… y de toda aquella militancia secuestradora de decisiones solo con su insoportable pasividad ante lo nuevo. La democracia interna es innegociable, la permeabilidad en la discusión y toma de decisiones debe imponerse en todos los niveles, agrupamientos, instituciones, empresas y barrios, no se puede permitir que las decisiones las tomen los popes, porque ello conduce a callejones sin salida. No sirve de nada grandes discusiones ideológicas si a los dos meses el pope de turno decide subir o bajar impuestos a su libre albedrío, elegir un presidente del Congreso, la dirección de los recortes de gasto público, etc. 
Si observan los movimientos sociales, mareas, grupos, partidos y alternativas izquierdistas, comprobarán que prácticamente todos defienden el sistema democrático, luchando contra el robo de un tiempo y un país que creímos nuestro que está provocando las políticas de la derecha contra el estado de bienestar, aumento desigualdades, reducción de derechos y vuelta al nacionalcatolicismo. Las luchas son defensivas, intentan mantener la sociedad socialdemócrata o de estado de bienestar, fundamentalmente volviendo a reequilibrios anteriores de poderes político-económicos que afectan a la base del funcionamiento democrático que pone en cuestión este modelo social, de equidad, de representación, deliberación y elección. 
Los comunistas que no son IU, -pero controlan una gran parte de la misma- en el pasado criticaron la socialdemocracia por traidora a los intereses de los trabajadores, ahora IU son los máximos defensores del estado de bienestar, por tanto de las ideas socialdemócratas, no proyectan opciones radicales nuevas, ni revolucionariamente diferenciadas de las de multitud de grupos en las calles. Algo parecido sucede con Podemos, con la diferencia de que éstos se están comiendo a aquellos. Lo que está en cuestión como forma de hacer política diaria son los partidos gigantes, en la zona izquierda los socialdemócratas que antes aglutinaban gran parte de las fuerzas opositoras, y durante algún tiempo fueron capaces de sumar diversas corrientes de opinión posibilitando la conquista de mayorías de votos. Hasta que la gente consideró que pesaron más las corrientes carcas dentro de ellos que las progresistas y los fue abandonando. La pregunta es ¿sería catastrófica la marginación parlamentaria de un partido socialdemócrata o progresista? dejaría el camino expedito para la derechona, como se está comprobando en esta legislatura en Parlamento, CCAA y ayuntamientos, además de en instituciones y empresas públicas, lo cual afecta a la organización de la sociedad. Un partido socialdemócrata fue antaño el aglutinador de esfuerzos, ¿hoy es el único que puede nuclear mayorías sociales relevantes? Así parecen verlo PSOE y Podemos.
La cuestión es que en el terreno Parlamentario y de Gobierno una gran fuerza opositora nunca podrá ser formada por grupos minoritarios electoralmente independientes, como muestra el ejemplo que vemos a diario en la vida Parlamentaria e Institucional después del triunfo del PP en las pasadas elecciones de 2011, que llevaron al Parlamento a 13 partidos sin capacidad de hacer sombra al Gobierno. La lucha está en la calle, pero también debe estar en el Parlamento, ya que si los esfuerzos se dejan en la calle, el Parlamento queda libre para aprobar todas las regresiones que se están poniendo en marcha. Lo que las encuestas dicen es que millones de electores están indecisos respecto a que esa gran coalición electoral tenga que estar basada en el PSOE, del que desconfían millones de personas, o hay que pasar a crear un mundo nuevo desde Podemos. 
Ningún partido con capacidad para captar cientos de miles de votos plantea opciones revolucionarias, bolivarianas o en general, más allá del sistema, para mayor precisión, casi nadie, porque siempre habrá múltiples opciones que insuflen aire nuevo, la cuestión es si las nuevas opciones contienen suficiente capacidad movilizadora para ser visibles y transformar la sociedad en que vivimos... Si la cerrazón de los dirigentes españoles –y europeos-continuara agrietando la sociedad, sudamericanizándola como hasta ahora, como en Grecia, agrandando todavía mucho más las desigualdades, desconocemos a donde conducirían dichas grietas. Hoy por hoy, a corto plazo, es necesaria una gran fuerza opositora, que para ser eficiente y obtener representación similar a los votos obtenidos es forzada por la ley electoral a crear un gran aglutinador o sumar una gran coalición, de lo contrario muchas sumas de pocos votos en grupos dispersos darán pobres resultados a tantos esfuerzos, volviendo a dejar el gobierno en manos de la derecha. 
Un ejemplo puede ilustrar la necesidad de la fuerza parlamentaria; el movimiento contra los desahucios, uno de los grandes destacados, por liderazgo y empuje, mejor organizado y de mayores éxitos de las últimas décadas; ha parado muchos desahucios, pero han seguido produciéndose, 30.000 en 2012 y 20.000 entre enero y junio de 2013, en ocasiones uno que era frenado, días después era ejecutado, se echaba de la vivienda a las mismas personas que habían logrado pararlo. Sin cambios legislativos no se podrá remediar el problema que toca muchos aspectos de cambios legales, adaptación europea, modificación ley hipotecaria, leyes de procedimiento, decisiones que cambien leyes sobre las viviendas vacías –unos 3.5 millones-, de la banca pública, de la banca privada, etc. La lucha del pueblo en calles y empresas puede influir en el Parlamento, con mayor facilidad a una fuerza progresista, para lograrlo con esta ley electoral hay concentrar votos en cada circunscripción provincial, evitar la dispersión como factor fundamental, lo cual pone en primer plano de la acción política la labor de coaligar, de sumar para lograr objetivos de gobierno que se dice querer. 
Sumar supone crecer, y crecer aleja la uniformidad, diversifica la pureza ideológica. Una de las disputas habituales que tendrá que dejarse algún día, es la que enfrenta a rojos y verdes por la exclusividad de su territorio. La ecología fue asumida como línea de trabajo y actuación en todas las formaciones de izquierda, con mayor o menor extensión con una u otra interpretación, todos la incorporan, partidos, sindicatos, movimientos, grupos…Como lo fueron las ideas de igualdad de los movimientos feministas (la gran revolución del XX). Digamos que hoy cualquiera que se plantea actuar socialmente, incluye estos factores entre sus líneas de trabajo, porque la realidad ya no es posible observarla sin considerarla globalmente.
A efectos de uso, es constatable que los partidos y sindicatos clásicos tienen buenos trabajos sobre temas ‘verdes, medioambientales’ o de ecología política, al igual que los grupos ecologistas tienen buenos trabajos sobre relaciones de producción. He utilizado del sindicato CCOO, su Fundación 1º de Mayo, excelentes materiales para trabajar sobre ecología, hay trabajos de calidad financiados y publicados por instituciones como el Banco Mundial o el Banco Santander, que poco tienen que ver políticamente con las aspiraciones de rojos o verdes. Hay gente que tiene miedo a utilizar fuentes diversas, quizás por la inseguridad que tengan en su capacidad de discernir, pero resulta ridículo no aprovechar materiales de información oficiales para discutir y elaborar propuestas de actuación, por ejemplo, no podemos imaginar la lucha por el cambio climático sin las informaciones del panel oficial de la ONU o de tantas instancias y organismos internacionales.
Así que no extraña que en la profusión de alternativas novedosas de izquierdas que se intentan formalizar para las próximas elecciones, casi todas, contemplen elementos rojos-verdes-malvas en distinta proporción. Una vez más, las grandes diferencias a discutir no deben ser los criterios ideológicos, a pesar de que no todos dicen lo mismo, ni conceden el mismo peso a unas cuestiones que a otras. En el resultado final tendrá mayor importancia la procedencia de los individuos, militantes y núcleos impulsores. Militantes o núcleos con filosofía o procedencia comunista, darán una resultante distinta que independientes y jóvenes activistas, en general. Una vez más cobrará mayor importancia lo concreto que lo abstracto, lo cual no solo será el programa electoral o acciones a proponer a la ciudadanía (que ya no será a la clase obrera). Tendrá que tener importancia el funcionamiento interno, la democracia participativa, deliberativa y representativa, su permeabilidad social, su sentido y estilo de relaciones entre militancia, apoyos, simpatizantes, votantes,…y tendrá importancia su interés en la conexión europea. Y la ilusión por encontrar salidas.
En el futuro surgirán problemas de crecimiento impensables al inicio. A mayor crecimiento de militancia, de diversidad, de lugares de asentamiento y trabajos realizados hacia la sociedad, mayor número de problemas de interpretación de la línea política y de funcionamiento colectivo común; cuanta mayor número de procedencias y variedad de asentamientos locales mayor probabilidad de que la línea política y el funcionamiento tengan ‘fugas’. Aumentarán los ‘escapes’ cuando se pongan en marcha soluciones a problemas concretos, lo cual es más difícil que sumar contrarios de algo. Muchos de los problemas que se critican hoy a los grandes partidos, son los que tendrán estas agrupaciones nuevas en formación. No hay motivos suficientes para confiar, a priori, en que la nuevas opciones, esta vez sí, conseguirá cambiar la situación de paro; ¿por qué tener fe en que cuando consigan 5 o 10 millones de votos esa maquinaria de partido va a ser permeable a la sociedad? ¿Que ‘espíritu santo’ garantiza ese funcionamiento? El quid de la cuestión será asegurar que los líderes de cada nivel, respetarán a su electorado. Pero, ¿si eran los jefes, líderes, dioses elegidos, por qué diablos van a obedecer en un momento dado lo que digan los demás? , ¿De qué servirán entonces las proclamas genéricas y los sueños de fines maravillosos en los que se perdió tantísimo tiempo discutiendo?

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