Les problèmes de mon interiorité me laissent un peu froid; plus exactement, je ne parviens plus à les considérer comme de véritables points de départ; en fait, il me semble que je n’attends plus grand-chose du “récit”, que j’avais, que j’ai besoin de voir plus grand.
Georges Perec, Je suis né
(Los problemas de mi interioridad me dejan un poco fríos; más exactamente, ya no puedo considerarlos como auténticos puntos de partida; de hecho, me parece que no espero ya gran cosa del “relato”, que tenía, que tengo necesidad de ensanchar la mirada.)
Me he traído de Bruselas un libro muy delgado. Es de Georges Perec. Je suis né es el título. Con gran curiosidad me detengo en el relato de sus proyectos de escritura y, con especial interés, en aquel que daría pauta del paso del tiempo, no solamente del tiempo presente y de la memoria, sino también, y esto es lo que me parece importante, del de la escritura misma.
Último de una cuatrilogía autobiográfica, el volumen proyectado habría de servir de marco a los tres anteriores. Lo redactaría a lo largo de doce años, durante los cuales describiría doce lugares (calles, plazas de París, cruces, etcétera) que hubiesen sido importantes para él por cualquier razón. Cada mes describiría dos de ellos dos veces: la primera, sería una descripción neutra del lugar en el presente; la otra sería una recreación del lugar en la memoria y se haría desde cualquier otro sitio. Después, introduciría los escritos en un sobre sellado. Esto lo repetiría durante doce años, al término de los cuales, abriría los sobres y los copiaría. Tendría entonces, en total, doscientos ochenta y ocho sobres y cada uno de los doce lugares se habría descrito dos veces en cada uno de los doce años, es decir, veinticuatro veces, dando una idea del envejecimiento de los lugares físicos, de los recuerdos y de la propia escritura. De esta manera, “el tiempo de la escritura, que era, hasta el momento presente, un tiempo para nada, un tiempo muerto que se fingía ignorar o que restituía sólo arbitrariamente (L’emploi du temps), que se mantenía siempre al margen del libro (incluso en Proust) vendría a ser aquí el eje esencial”.
Desde siempre, me ha perseguido la necesidad de dar cuenta en el relato, tanto en la prosa como en el poema, del tiempo de la escritura. Me parecía y me parece injusto que se sustraiga ese tiempo o se encubra la necesidad de su presencia por medio de artimañas como la de introducir al propia autor en el relato convirtiéndolo en personaje del mismo, o la de hablar en plural mayestático o, simplemente, científico, enunciando en tercera persona las opiniones que son propias. Por ello quise que mis cuadernos de reflexiones aparecieran en forma de “diarios”, tal como habían sido escritos, sin subterfugios ni ornamentos, evitando someter su contenido a clasificación, temática u otra. No estamos ya en los tiempos en que se entendía que el lector debía ser guiado; antes bien, un texto ha de proponerse para que el lector descubra en él itinerarios posibles. La escritura ha de ser obra, ha de ser arte.
Mis cuadernos pretendían, y pretenden, liando las fronteras entre los fragmentos autobiográficos, reflexivos, poéticos, etcétera, mostrar la sucesión de planos mentales que en el día a día se van sucediendo según el orden de los actos cotidianos y su representación. En este último cuaderno, se fueron superponiendo los tiempos, el presente y el recordado y, por supuesto, el de la escritura, puesto que formaba parte del presente, puesto que lo decía, lo describía, y ésa era su función. Se encontró la escritura, sin necesidad de decirse, investida de ese presente y relatándolo a un tiempo, relatando la manera en que la memoria aflora, se contiene o se escabulle. Casi logro del todo en los fragmentos “Groenendaal” y “Etterbeek”, con el consiguiente vértigo. Lamentablemente, no pude mantener el tono. Y he aquí que, al final de mis andanzas (y de este texto), Perec venía a mostrarme lo que había querido hacer con un brillante ejemplo, un proyecto que podría perfectamente ser, que sería el de una obra artística. Más allá del relato, le besoin de voir plus grand, la necesidad de ensanchar la mirada, de apuntar más lejos requiere, a mi modo de ver, cambiar los puntos de apoyo para los itinerarios, esos que forman tema. En vez de la idea de persecución, pongamos por caso, el lugar en el que se ha dormido*. Iniciar la historia desde otros puntos, de tantos como hay en el mapa o la constelación de un día o una vida. Iniciar la historia… no, la historia no, pues ésta requiere sus pasos argumentales. Iniciar el texto desde allí justo allí donde creímos que no era tema de escritura, desde aquello que, de tan insignificante, no veíamos. Apuntar más lejos tal vez signifique hacer obra con menos.
*Lieux où j’ai dormi forma parte del proyecto autobiográfico de Georges Perec, una especie de catálogo de habitaciones.
Chantal Maillard
Bélgica
Editorial: Pre-Textos
Foto: Chantal Maillard