“La vida es por lo pronto un caos donde uno está perdido” (Ortega[1]).
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“Un ansia infinita de permanencia trasciende de lo más adentrado de nosotros” (Ortega y Gasset[2]).
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“Por lo que me escribes y por lo que siento, concibo buenas esperanzas, ya que no andas vagando y no te afanas en cambiar de lugar. Estas mutaciones son de alma enferma; yo creo que una de las primeras manifestaciones con que un alma bien ordenada revela serlo es su capacidad de poder fijarse en un lugar y de morar consigo misma (…) Quien está en todo lugar no está en parte alguna” (Séneca[4]).
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“La vida, señores, es constitutivamente inseguridad (…) Estamos inseguros incluso de si mañana cada uno de nosotros va a existir; pero mucho más inseguros de lo que va a pasar con los contenidos particulares de nuestra vida: salud, fortuna, acierto, amor, dolor, placer... Por lo mismo necesita el hombre asegurar alguna dimensión en su vida, saber siquiera en ella a qué atenerse, para desde ella afrontar con brío el problemático resto” (Ortega y Gasset(5)).
[1] Ortega y Gasset: “La rebelión de las masas”, O. C. Tº 4, p. 254.
[2] Ortega y Gasset; “Moralejas”, O. C. Tº 1, p. 54.
[3] Ortega y Gasset: “Una interpretación de la Historia Universal”, O. C. Tº 9, p. 229.
[4] Séneca: “Cartas morales a Lucilio”, 2 vols., Barcelona, Orbis, 1984, Vol. I, pp. 16 a 18.
[5] Ortega y Gasset: “Una interpretación de la historia universal”, O. C. Tº 9, p. 220.