Comprobaba esta mañana que, aunque algunos escenarios cambien, los comentarios de mama-mihijoporencimadetodo y papá-miretoñovaprimero son los mismos:
- Niña Pequeña, hay que secarse después de salir de la piscina.
(a nuestro lado, una pareja exhibe sin pudor sus comentarios sobre el profesor de natación):
- Mira, ya se lo he dicho al profesor. Porque es que esto no puede ser -dice ella, con los talones firmes en el suelo y los brazos en jarras. Él asiente.
- Claro, cari.
- Ya le he dicho que, aunque la niña esté por edad en el grupo que le corresponde, ella se entiende mejor con los mayores.
- Sí, cari.
(Niña Pequeña protesta, una mañana más, mientras le hago las coletas).
- Y que la cambie de grupo, por supuesto. Me da igual lo que opine el profesor -afirma con voz severa y mirada dura.
- Claro, cari.
- El profesor tiene que saber quién manda aquí.
(Niña Pequeña se pone las zapatillas. Yo disimulo mientras en mi fuero interno contesto a la señora: ¡pues faltaría más, cari!).
Habrase visto, semejante profesor, incapaz de reconocer la madurez intelectual de la niña, sus posibilidades técnicas, su capacidad natatoria... Así nos va, con semejante personal: atreverse a incluir a la niña de cari en el grupo que le corresponde por edad -como a todos los pequeños del pueblo, vaya. Y es que la niña de cari debe de ser una promesa nacional de la natación, futura medallista olímpica, que no debería estar rodeada de otros niños y niñas de cuatro años, biológicamente similares a ella, incapaces todos de vislumbrar apenas su aura deportiva...
Da igual el pasillo del colegio, el vestíbulo de entrada a las aulas o el vestidor infantil de la piscina municipal: la niña de cari va primero. Pues faltaría más.
(por cierto, Ángel, gracias por dedicarle media hora de tu tiempo a Niña Pequeña y ayudarla a flotar).