La niña del Helado
Eleanor, no sabía qué le pasaba a su abuela. Siempre se olvidaba de todo: dónde había guardado el azúcar, cuándo vencían las cuentas, y a qué hora debía estar lista para que la llevaran de compras para ir al almacén.
¿Qué le pasa a la abuela?- preguntó-. Era una señora tan ordenada, ... Ahora parece triste, perdida y no recuerda las cosas.
- La abuela está envejeciendo - contestó mamá- . En éstos momentos necesita mucho amor querida.
¿Qué quiere decir envejecer? - preguntó Eleanor-. ¿Todo el mundo se olvida de las cosas? ¿Me pasará a mí?
- No, Eleanor, no todo el mundo se olvida de las cosas cuando envejece. Creemos que la abuela tiene la enfermedad de Alzheimer y eso la hace más olvidadiza.
Tal vez tengamos que ponerla en un hogar especial donde puedan darle los cuidados que necesita.
- Oh, mamá qué horrible. Va a extrañar mucho su casita, ¿no es cierto?
Tal vez, pero no hay otra solución. Estará bien atendida y allí, encontrará nuevas amigas.
Eleanor parecía apesadumbrada. La idea no le gustaba en absoluto.
¿Podremos ir a verla con frecuencia?- preguntó- . La voy a extrañar aunque se olvide de las cosas.
- Podremos ir los fines de semana - contestó mamá- . Y llevarle regalos.
¿ Un helado, por ejemplo? A la abuela le gusta el helado de frutilla - sonrió Eleanor.
La primera vez que visitaron a la abuela en el hogar de ancianos, Eleanor estuvo a punto de llorar.
Mamá, casi toda esa gente está en silla de ruedas - observó-.
- La necesitan; de lo contrario se caerían - explicó mamá- Ahora, cuando veas a la abuela, sonríe y dile que se la ve muy bien.
La abuela estaba sentada, muy sola, en un rincón de lo que llamaban la sala del sol. Tenía la mirada perdida entre los arboles de afuera.
Eleanor abrazó a la abuela. - Mira - le dijo- te trajimos un regalo: Helado de frutilla, el que más te gusta.
La abuela tomo el vaso de papel y la cuchara y empezó a comer sin decir palabra.
- Estoy segura de que lo está disfrutando, querida - le aseguró la madre.
Pero parece no conocernos - dijo Eleanor desilusionada.
- Tienes que darle tiempo - explicó mamá- Está en un nuevo ambiente y debe adaptarse.
Pero la próxima vez que visitaron a la abuela, sucedió lo mismo. Comió el helado y sonrió a ambas, pero no dijo palabra.
Abuela ¿ sabes quién soy? - preguntó Eleanor.
- Eres la chica que me trae el helado - dijo la abuela.
Sí, pero también soy Eleanor, tu nieta. ¿No te acuerdas abuela de mí? - preguntó, rodeando con sus brazos a la anciana.
La abuela sonrió levemente.
- ¿Si recuerdo? Claro que recuerdo. Eres la niña que me trae el helado.
De pronto, Eleanor se dio cuenta que la abuela nunca la recordaría. Estaba viviendo en su propio mundo, rodeada de recuerdos difusos y de soledad.
¡ Cómo te quiero abuela! - exclamó.
En ese momento, vio rodar una lágrima por la mejilla de la abuela.
- Amor - dijo- Recuerdo el amor.
- ¿ Ves querida? Eso es todo lo que desea - intervino mamá- AMOR.
Entonces le traeré helado todos los fines de semana y la abrazaré aunque no me recuerde - resolvió Eleanor.
Después de todo, recordar el amor era mucho más importante que recordar un nombre.
Autora: Marion Schoeberlei
Gracias a: Joyce de Selga de la Fundación Alzheimer de Venezuela Capitulo Nueva Esparta
@AlzNoEstasSolo