Revista Infancia

La niña que nació tres veces. 1ª vez:

Por Sarabarragan @sarabarragan
Parece extraño, lo reconozco, pero hay demasiadas cosas extrañas en la vida, sobre todo cuando interviene la voluntad humana.
La niña que nació tres veces. 1ª vez:La decisión de tener otro hijo llegó por fin. Se dieron los condicionantes que impusimos y, después de 12 años, nos quedamos de nuevo embarazados. Todo fue bien hasta que vieron en una ecografía que el bebé "tenía el pliegue nucal engrosado", translucencia nucal. Esto es un indicativo de afecciones cardíacas y/o Síndrome de Down. Recomendaron la amniocentésis y aceptamos. El ecógrafo era amigo, vecino del mismo edificio. Nos dijo lo que había con toda claridad, no podía asegurarlo pero lo más probable es que fuera SD. El 28 de diciembre, ya sabéis, día de los Santos Inocentes, teníamos cita con el genetista para que nos diera el resultado de la amnio. No quiso decirnos nada por teléfono, pese a que estábamos a 300 Km de distancia, no quiso ahorrarnos el paseo. Y no quiso porque tenía que darnos un papel autorizándonos a abortar, incitándonos sin ninguna duda, eso era lo verdaderamente importante para él, el hecho de que se confirmara el SD. Le daba igual que fuera niño o niña, lo único que tenía in mente era lo que dijo alto y claro: " tenemos que acabar con el Síndrome de Down ahora que podemos". Lo dijo con prisa, como el que tira la piedra  y esconde la mano, y lo argumentó, dijo que podría tener problemas cardíacos, problemas renales, respiratorios, que tendría un retraso mental que le impediría ser normal, retraso motor, hipotonía ... No sé cuantas cosas más. Vamos que en nuestra cabeza ya aparecía un ser deforme incompatible con la vida (esto también fueron palabras suyas). Dijo que podría haber tantas complicaciones que no era extraño que se produjera un aborto espontáneo. Casi con desprecio lo último que nos dijo fue: " Ah!,  y es mujer". Salimos de la consulta casi convencidos de que acabar con una vida de sufrimientos sería lo mejor. Lo peor vino entonces, al encontrarnos con el frío invierno en la calle, abrazados bajo la mirada de los transeúntes que pasaban por allí, curiosos, sin saber lo que pasaba por nuestras cabezas, ese sentimiento infinito de tristeza e impotencia que nos ocupó durante mucho tiempo.
Saber lo que se nos venía encima nos ayudó a estudiar el problema, en libros, en intenet, y con nuestros amigos el ginecólogo y el ecógrafo. Estos no quisieron influir en la decisión, no estaban en nuestro caso, pero empezaron a aclararnos que no tenía por qué ser como el genetista nos pintó. No eran partidarios de abortar, pero dejaban claro que la decisión era nuestra. Los otros dijeron que en nuestro pellejo abortarían, no querrían un hijo "defectuoso". Todas las posturas nos parecieron fundadas desde sus diferentes puntos de vista. Ahora había que encontrar el nuestro. Nos ayudó mucho mi tía, no por ser Sor Josefina, sino por ser mi tía. Tenía la experiencia que da el trabajar a diario con familias con problemas sociales de toda índole, curtida en la toma de decisiones y de fácil consejo, porque sabe ponerse en el corazón de los demás.
No tardamos en tomar nuestra decisión. Fue meditada, mucho. Fue con dudas, muchas. Fue con miedo, mucho. Pero la primera decisión responsable que habíamos de tomar sobre nuestra hija, no podía ser la última. Incapaz de que mi voz pudiera decir todo lo que sentía, le escribí a la monja, que a la postre sería la madrina de la niña,  una larga carta que me ayudó a ordenar las ideas. En ella le conté por qué habíamos decidido traer a nuestra hija al mundo. El ecógrafo, casi emocionado cuando se lo dijimos, se ofreció a hacer un seguimiento intensivo de la evolución del feto, por si surgía algún problema que hubiera que prever.
 Betlem había nacido por primera vez poco después de nacer el año 2002

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