Para A. No permitas nunca que nadie niegue tu maternidad.
Eres madre, serás madre durante el resto de tu vida, igual que serás hija durante toda tu vida. Las no maternidades, las de mujeres que lo sienten, que lo son, y que en silencio tropiezan con la incomprensión del mundo…
Porque siempre serás madre, digan lo que digan, lo único que cuenta es que lo soñaste, lo sentiste y se marchó, pero estuvo. Tú lo sabes, yo lo sé.
No es madre, propiamente dicho, no tiene hijos, pero si es madre, desde el momento en que los deseó, desde el primer minuto en el que decidió que formaría su propia familia, la soñó.
Y tras meses de búsqueda, cuando ya cansada decidió no gastar más en test de embarazos, un retraso. No le prestó atención. Pero una mañana mientras trabajaba en la oficina se dio cuenta de que su retraso ya era de semana y media.
Asustada pero decidida se ausentó para ir a una farmacia y comprar un test.
Nerviosa y sin querer creérselo, se hizo la prueba, no llamo a nadie, ni a sus amigas, ni a su marido. Esperó pacientemente en el baño común de la empresa. Apenas un minuto y ya estaba allí la bendita doble señal. No pegó saltos de alegría, no gritó. Simplemente una sonrisa asomo por su cara y como en una nube volvió a su puesto de trabajo.
A la salida por la tarde, en el bus fue acariciándose el vientre, pensando en cómo sería, sus ojos, sus manos, sus pies, tendrían que pensar nombres!
Acondicionar el cuarto con más sol, comprar una cuna… Y entre ensoñaciones olvidó bajar en su parada.
Una mas allá bajó y fue dando un paseo, nunca hasta entonces se había fijado, la cantidad de mujeres embarazadas que había, y niños! Pasó por un par de tiendas de productos de bebé y se deleitó mirando en escaparates hasta hoy invisibles para ella.
Esa noche fue una fiesta, en la intimidad de su salón la pareja comenzó a planificar el futuro, a verse crecidos y felices, a imaginar proyectos e ilusiones.
En los días posteriores hicieron participes a toda la familia de la buena nueva.
La primera ecografía esa en la que apenas se vislumbra un pequeño guisante, y un latido. Una ecografía que les acompañaría en forma de fotografía en el móvil, subirían a sus redes sociales, enviarían por mail…
Emocionados y encantados al mes todo el mundo era participe de su felicidad, en el trabajo, los amigos, los vecinos. Los primeros regalos, chupetes, patucos, lágrimas de felicidad con todos.
Llegó la ecografía de las doce semanas, de la mano sonrientes e ilusionados entraron en la consulta.
Salieron dos sombras de si mismos.
No había latido.
No había futuro.
Fue duro. Pero ella fuerte, decidió no hundirse, decidió seguir adelante y tras negociar con el médico cuando le realizarían el legrado que limpiase su vientre, apenas se permitió faltar un día al trabajo.
Aunque por dentro hirviera, doliera, quemase, rompiese… Tragar lágrimas, responder a caras circunspectas, explicar, y explicar, y explicar, lo inexplicable, un adiós, que no lo fue, una tristeza escondida…
Apenas seis meses después, no se atrevió a soñarlo de nuevo, pero tenía un retraso de 2 semanas. No se lo contó a el, temerosa de darle falsas esperanzas, se fue sola a su médico, y una ecografía le confirmo el hecho, volvía a tener un habitante dentro de si.
Cuando llegó a casa, le explicó alto y claro que debía agarrarse fuerte, que no debía ni pensar en marcharse, que había llegado al lugar adecuado…
Esa noche también hubo fiesta, pero comedida, con miedo, su suerte debía quedarse. Acordaron no decirlo, esperar.
Y esperaron, con miedo y reparo la eco de la semana 12.
Todo iba bien. Su vientre comenzó a abultarse y se hizo inminente contarlo.
La familia, los amigos, todos se alegraron por ellos. Pintaron la habitación, compraron la cuna.
La eco de a semana 20 les dijo que era una niña.
El mundo se vistió de rosa.
Estaba eligiendo sabanas de cuna cuando le vino el dolor.
Un dolor inmenso y una humedad desconocida. Asustada le llamó, se encontrarían en el hospital.
No había nada que hacer.
Su corazón había dejado de latir en la semana 23.
Una inducción, un parto triste, de un pequeño ser sin vida.
Dolor, oscuridad, tristeza.
El se encargó de avisar a la familia, ella no podía. Seguía siendo una mujer fuerte, pero con demasiadas heridas sangrantes. Se permitió llorar, pero poco.
Y hubo un tercero. Y último que enterró en la memoria por temor a que le arrastrase a lugares oscuros.
Su corazón, su alma, no se podían permitir mas cicatrices, de esas que a veces cuando menos lo esperas supuran y llenan de tristeza y soledad.
Pasó el tiempo y aprendió simplemente a vivir con ello, a enmudecerlo.
Y sin embargo se siente madre, es madre, medre de tres Ángeles no nacidos, bebes arcoíris los llaman, y cuando habla con su hermana, con su vecina, con amigas debe soportar a veces comentarios de tú no sabes que es ser madre, no sabes cómo lo harías, no sabes que se siente…
Si, si sabe que es ser madre, lo será toda su vida. Lo fue desde el mismo momento en que lo soñó, en que lo pensó, el primer instante en el que en sueños le dio la mano…
Eres madre, igual que serás hija durante toda tu vida.
Las no maternidades, las de mujeres que lo sienten, que lo son, y que en silencio tropiezan con la incomprensión del mundo…
Y con una sonrisa se agarran a sus arcoíris y siguen caminando por la vida.
Las no maternidades de aquellas que aman durante toda su vida a los hijos ajenos, y viven por ellos.
Las no maternidades, o las madres de corazones perdidos…
Mujer embarazada. Escultura en Ifracombe, Devon, Inglaterra, autor Damien Hirst