La foto que os enseño hoy la hice el mismo día que la serie del Mercado de San Miguel y posiblemente sea una de las que más me gusta de ese día.
Al contrario que en muchas de las fotos del mercado, en esta ví el encuadre y esperé. En encuadre en cuestión era básicamente el que se aprecia en la foto. Un bar situado en la Plaza Mayor de Madrid (pero que podría ser de cualquier otro sítio) con la “ventana” para que los camareros que atienden en la terraza no tengan que andar entrando y saliendo.
Además de la ventana en sí me llamó la atención el camarero que servía desde dentro. Parecía muy simpático; saludaba y sonreía a todos los pasaban por allí. Incluso se acercó otro aficionado a la fotografía, le hizo una foto y el camarero posó encantado.
El caso es que tenía mi encuadre y “mi” camarero que, como es normal, no paraba quieto sacando cafés y copas por la ventana para que otros compañeros sirviesen en las mesas. Hice un par de fotos pero me faltaba algo.
No hacía mucho que había leído un artículo (no recuerdo donde ni quien lo firmaba) en el que explicaban como se había hecho una fotografía de las llamadas “de momento decisivo” y la preparación constaba en encontrar un lugar/situación/entorno/encuadre con potencial y esperar a que ocurriese algo. El artículo terminaba diciendo que normalmente siempre ocurría algo interesante para plasmar en una fotografía. Bueno, pues este era el momento de poner en práctica lo aprendido.
Una de las cosas buenas de esta manera de actuar es que puedes probar configuraciones de la cámara con tranquilidad, pero tampoco hay que despistarse para no perder la foto que estabas esperando. Así pude pensar y hacer pruebas de si quería que las personas apareciesen con movimiento o congeladas, para buscar el punto más claro y dar con los ajustes precisos para captar la máxima información posible y también para pensar tranquilamente si esas luces quedarán mejor en B/N o en color (elegí B/N por los contrastes). Quizás esta técnica se asemeje más a fotografiar un paisaje que a la “caza callejera”.
En cualquier caso lo que no se debe hacer es quitar el dedo del disparador y es que un segundo de vacilación y pierdes la foto.
Y finalmente mi foto llegó y sólo tuve que esperar 5 o 10 minutos. Una persona pasó a mi lado, llegó a la altura de la ventana, miró el interior del bar y el camarero simpático no defraudó, dedicándole una magnífica sonrisa que yo congelé con mi cámara.
El postprocesado se basó en convertir a blanco y negro y aumentar el contraste. Creo recordar que también subí algo las luces del interior del bar para que llamase más la atención.
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