Será que hemos olvidado que todos acabaremos de la misma manera, que no hay eros sin thánatos. El final puede ser digno, reposado, violento o incluso ridículo y cómico. El viernes pasado atropellaban a un viandante a pocos metros de mi trabajo y se dejó la vida. Vas a cruzar la calle y cambias de barrio. Llevamos un año rodeados de muerte por doquier. De hecho, a cierta edad, cuando escasean cada vez más las bodas, que es más bien pronto, comienza la época de los entierros.
Siendo esto así, es natural que la muerte ocupe un lugar importante en nuestras vidas. Todos seremos protagonistas, al menos una vez, de un capítulo en esta comedia y encima no hace falta ensayar para el acto. Aun así, gastamos una cantidad ingente de recursos en retrasar nuestra salida a escena, sabedores como somos que solo hay una traca final, mientras cae el telón para cada uno de nosotros. Tiene su aquel el camino hacia el teatro, no obstante, y a veces se nos despista que es solo durante este paseo dónde algo puede tener sentido. En él es dónde podemos dejar si acaso una impronta.
Todo es puro teatro. Pose. Engaño. Relato, sin duda. Todo quedará prohibido y sancionado para que puedas durar unos años más. Lo que no te cuentan es que se te van a hacer eternos. Solo tienes que pararte a pensar en vivir el resto de nuestras vidas como hicimos el año pasado
Podemos enfocar nuestra existencia en alargarla. Come sano, haz deporte y recuerda que ese abuelo centenario fumó toda su vida y no perdonó un carajillo después de comer. No trato de hacer un elogio del vicio, no al menos en esta pieza, si no de recordar que si sales al campo puede que ganes o pierdas, pero es totalmente seguro que no jugarás el partido si no entras a la cancha. Puedes decidir qué números compras en esta lotería: los de las drogas, los de la carrerita por la mañana u otros cualquiera, sin duda, pero la suerte es caprichosa y, pese a todo, te tocará cuando te toque y el que te toque.
Hay tantas escuelas de la vida como humanos han pisado y pisan la faz de La Tierra, pero me atrevo a suponer que todos estaremos de acuerdo en que si pudiéramos pararnos a pensar un segundo antes de cascarla querríamos mirar atrás y, como García Márquez, confesar que algo hemos vivido. Para ello hay que conjugar entonces la prudencia con la vivencia, que a veces precisa de un salto al vacío, de un voto de confianza o de un poco de fe, todo ello siempre rodeado de una espesa niebla de incertidumbre.
Por otro lado, no deja de ser perfectamente entendible y razonable que, ante una situación histórica, como una pandemia mundial – quedará reflejada en la Historia, sin duda, pero lejos está de otras situaciones similares por las que ha pasado la humanidad, algunas de ellas poco tiempo atrás – nuestro instinto de conservación salte en el platillo de la prudencia, intentando mover el equilibrio de la balanza hacia la inacción, la reclusión y la prevención, pero estas situaciones no pueden ser eternas. No creo que haya nadie que no esté sufriendo algún tipo de secuela física o psíquica, leves en la mayoría de los casos, pero secuelas, al fin y al cabo. A todos nos afecta ir contra nuestra propia naturaleza durante tanto tiempo.
Podemos estar deeply concern sobre muchas cuestiones, pero como solía decir Perico Delgado en la tele, cuando le das vueltas a la cabeza no se las das a los pedales. Hace mucho tiempo que demasiada gente de a pie, seguro que bienintencionada, no para de darle vueltas a la cabeza, más preocupada por conservar las flores que por disfrutar de su aroma y de su belleza. Hay un término medio entre ser un pirómano que riega con residuos los bosques que quema y el nuevo hombre en el que algunos pretenden convertir a la toda la humanidad. Y hablo de los bienintencionados porque los gobiernos o algunas corporaciones que se suben al carro solo buscan sacar tajada y mantener el control. No se trata de salvar vidas, se trata de salvar culos y cuentas corrientes, las suyas.
Centrados en evitar la muerte pretenden que nos pleguemos a la nueva religión salvadora. La no-vida es la nueva vida. La muerte en vida para evitar la muerte en unos años. Condenando a una vida de esclavitud a la humanidad, a través de los impuestos y de la reducción del margen de decisión de los individuos, conseguiremos que perviva. Supongo que verás el contrasentido en su argumento. Abandonar nuestra voluntad es ahora vivir, cuando siempre fue vegetar.
Todo es puro teatro. Pose. Engaño. Relato, sin duda. Todo quedará prohibido y sancionado para que puedas durar unos años más. Lo que no te cuentan es que se te van a hacer eternos. Solo tienes que pararte a pensar en vivir el resto de nuestras vidas como hicimos el año pasado. ¿Seguro que quieres preservar tanto tu vida como para no vivirla? Esa es la propuesta que está sobre la mesa. Ten en cuenta, además, que si su respuesta fuera afirmativa y prefirieras una mayor seguridad aun cuando te quedes sin margen de maniobra, eso supone ahora mismo dejar en manos de los personajes que nos gobiernan la defensa de tu vida y el diseño del margen de maniobra para ese tiempo libre. No cabe ser más borrego.
Si naces, mueres. Solo te queda el rato de en medio. Tu verás que haces con él o a quien le das permiso para manejarlo. Vida o no-vida, that’s the fuckin’ question.
Foto: Blake Connally.
Publicada en disidentia.com